Algo MÁs Sobre Sukkot

Hoy vamos a hablar respecto a la lectura de la Torá para el Sabbat que cae en los días intermedios de Sukkot: Éxodo 33:12 – 34:26. Sin embargo me gustaría clarificar antes algunos términos que están conectados a la festividad: ¿qué significa “los días intermedios de Sukkot”?

 

En Levítico 23, leemos sobre Moadei Adonai —las festividades bíblicas—, periodos especiales en que el Señor se reunía con Su pueblo. Solo hay dos festividades en esta lista que tienen algunos días entre el primero y el último día de la fiesta. Leemos que el primer y el séptimo día de la Pascua deberá ser una “convocatoria santa” y un Sabbat-descanso sin trabajo, y el primer y octavo día de la fiesta de los Tabernáculos deberá ser una “convocatoria santa” y un Sabbat-descanso sin trabajo. Los días entre estos primeros y últimos días se llaman “días intermedios” de la festividad:  Hol Hamoed. En estos días, nos saludamos unos a otros con estas palabras: Moadim leSimcha y mucha gente aún trabaja, aunque el ambiente sea muy festivo y las pequeñas cabañas —sukkot— están por todas partes. Es una costumbre —y es considerado de gran bendición— tener huéspedes en nuestro sukkah. Quienes no lo han visto, les recomiendo muchísimo ver una maravillosa película israelí Ushpizin.

Un día intermedio muy especial es el séptimo día de Sukkot, antes de finalizar la festividad. Se llama Hoshana Rabbah, y aunque todavía está contado entre los días de Hol Hamoed, es considerado el día final de “juicio” divino, el día cuando los decretos de Yom Kippur y Rosh Hashana finalizan. Algunos escritos judíos lo describen como un Día de Juicio parecido al mismo Yom Kippur.

 

Otro día intermedio especial (para ambas festividades) es el Sabbat, desde luego. El texto de la lectura de la Torá para el Sabbat que cae en los días intermedios de Sukkot es escogido de los capítulos 33-34 de Éxodo. En esta porción, Moisés le ruega a Dios que le deje ver Su gloria (Éxodo 33:18). En esta porción también leemos sobre los trece atributos de misericordia, o Shelosh-‘Esreh Middot HaRakhamim (שָׁלוֹשׁ עֶשְׂרֵה מִידוֹת הרַחֲמִים ) (Éxodo 34:6,7). Personalmente creo que hay otra profunda verdad que se nos presenta en esta Escritura.

 

El capítulo 33 de Éxodo describe eventos que sucedieron justo después del terrible pecado de Israel —justo después del incidente del Becerro de Oro cuando Moisés rompió las tablas—. Al final del capítulo anterior, vemos a Moisés intercediendo a favor del pueblo e intentando convencer a Dios para que perdonara a Israel. Ya al principio del capítulo, Moisés recibe la confirmación de Dios: Sí, Él permitirá que Moisés continúe con la misión de guiar al pueblo de Israel hasta la tierra prometida, la tierra que fluye leche y miel. Sin embargo, en Sus palabras podemos todavía escuchar el eco reciente de Su ira. Cuando ordena a Moisés y a Israel partir hacia la tierra, Él dice: «(a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino”.[1]

 

Esto parece ser una declaración definitiva, completamente clara e inesperada, y completamente justa después del terrible pecado que cometió el pueblo de Israel. Sin embargo, ¡cuan enorme debe ser la sorpresa del lector, cuando tan solo unos versículos después, leemos: «Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso”.[2] ¿Cómo podía ser posible? “No es hombre para que se arrepienta,[3] así pues ¿cómo podemos explicar esta aparente contradicción y este cambio repentino en Su decisión?

 

Este es el profundo misterio de Sukkot: su santidad es tal que no puede habitar, ni tampoco ir con un pueblo pecador y pecaminoso, aún así Él aún elige habitar y caminar con Su pueblo, porque tal es Su misericordia. ¿Alguna vez has pensado que no mereces la compañía de Dios? ¿Alguna vez te has preguntado cómo Dios aún puede ser paciente y misericordioso contigo, cuando hubieras renunciado a ti mismo hace mucho tiempo? Piensa simplemente en esto: cada uno de nosotros sabe la gran cantidad de razones por las que el Señor podría y debería decirnos: “Yo no iré contigo, a menos que te destruya en el camino, porque eres….duro de cerviz”. Cada uno de nosotros merece por completo que Dios se niegue a ir con nosotros —y cada uno de nosotros sabe que así es—. Aún así, más que nada en el mundo, cada uno de nosotros anhela escuchar Sus palabras: “Mi presencia irá contigo y te daré descanso”  —y lo más sorprendente es que eso es exactamente lo que nos está diciendo—. Esta es la asombrosa promesa para cada uno de nosotros, el incomprensible misterio de Su misericordia: somos obstinados, no nos merecemos Su amor y Su compasión, y aún así, Él va con nosotros y nos da descanso.

 

Allí en el desierto, esta maravillosa promesa de Su gracia le fue dada a Israel. Desafortunadamente no muchos recuerdan eso. Muy a menudo, no solo nuestros enemigos, sino también nuestros amigos, incluso algunas veces nosotros mismos, vemos a nuestro pueblo como si estuviese abandonado por Dios; como si estuviese andando solo por el inmenso desierto de pruebas y pesares; como a los que Dios dijo: “No iré con ustedes…” Y desde luego, estas eran Sus palabras para nosotros, pero también era para nosotros lo que Él dijo: “Mi presencia irá contigo y te daré descanso” —y esta es la parte más importante. Desde entonces, Su presencia ha permanecido con Israel en todas partes, y ¿te has dado cuenta de lo que esto significa? Todos estos siglos, en todos los dolores y sufrimientos que hemos soportado: en persecuciones, en guetos, en campos de concentración, en todos esos horribles momentos (semanas, meses y años) de completa soledad y miseria, cuando para todos, incluso para nosotros mismos, parecíamos completamente abandonados —en realidad , no estábamos solos—. El Señor ha estado caminando con nosotros. “En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó.[4]

 

Lo mismo es cierto para todos nosotros: pecadores y obstinados, sabemos que no merecemos Su amor y Su misericordia; sabemos que no merecemos Su compañía — y aún así, Él va con nosotros y nos da descanso—. Es por eso que estas palabras se refieren a nosotros —se trata de tí y de mí—. ¿Acaso a veces no nos sentimos profundamente solos y abandonados? ¿Algunas veces no pensamos que se fue toda esperanza y no hay nada más que esperar o en qué confiar? ¿Algunas veces no nos sentimos como si Dios escondiera Su rostro y ya no camina con nosotros? Entonces Su promesa es para cada uno de nosotros: “Mi presencia estará contigo y te daré descanso”. Su misericordia, Su presencia con nosotros en nuestro sukkot, en nuestros tabernáculos —esta es la razón de nuestro inmenso gozo en Sukkot—. [5]

[1] Éxodo 33:3

[2] Éxodo 33:14

[3] 1 Samuel 15:29

[4] Isaías 63:9

[5] Este artículo fue tomado del prólogo de mi nuevo libro As Though Hiding His Face. Lo sé, algunos de mis lectores han estado esperando este libro sobre el Mesías Oculto desde mis series del Mesías Oculto en este blog; estoy contenta de decirles que este libro acaba de ser publicado y está disponible en Amazon y en mi página: https://blog.israelbiblicalstudies.com/julia-blum/.

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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