Cuando el 2020 inició, pareció natural empezar el año con la serie llamada COMIENZOS. Yo quise comentar aquí en profundidad la historia primitiva —los primeros once capítulos del libro de Génesis—. Como la mayoría de mis lectores probablemente saben, estos capítulos forman una unidad por separado, integrada. Mientras que de Génesis 12 en adelante las Escrituras tratan solamente con la nación de Israel, estos primeros capítulos se refieren a temas que afectan a todos, no solo a los hebreos. Acabamos de comentar Génesis 1-3 y hoy me gustaría continuar con esta discusión. Aún cuando muchas cosas inesperadas han sucedido en el 2020, y aún cuando definitivamente ya no estamos a principios de año, todavía me gustaría regresar a esos COMIENZOS: estudiar, descubrir, quizá incluso conseguir desde allí algunas respuestas para hoy.
Vamos a empezar discutiendo los capítulos «pasados por alto»: Mientras que todos conocemos los primeros tres capítulos (Génesis 1-3) y la historia del Diluvio (empezando desde Génesis 6), las personas raramente se refieren a Génesis 4-5 —y aún así, hay muchos detalles importantes en esos capítulos que solo pueden ser vistos en el texto original en hebreo—. Pienso que esto es cierto sobre muchos capítulos «pasados por alto»: por ejemplo, uno de los capítulos más importantes en el libro de Génesis es Génesis 38 —la historia de Judá y Tamar— pero es pasado por alto por muchas personas, ya que los detalles realmente sorprendentes de ese capítulo solo pueden ser vistos en hebreo.[1] Así pues, comencemos nuestra discusión exactamente donde la dejamos: Adám y Eva son expulsados del jardín del Edén.
Caín y Abel – Dos caminos
Todos los hemos visto pintados en cuadros, abandonando el jardín: sollozando, retorciéndose las manos, desesperados en su angustia y dolor. Ya compartí aquí aquel pensamiento simple e increíble que me sorprendió hace años: con todas sus lágrimas, con todo el retorcerse las manos, ellos van hacia el mismo lugar donde ustedes y yo vivimos ahora —donde la humanidad ha vivido desde entonces—. Su miseria es nuestra miseria, vivimos en el mismo lugar oscuro, la única diferencia es que nosotros no conocemos nada más —pero ellos sabían muy bien lo que acababan de perder—. Por su tristeza y frustración al salir del jardín del Edén e ir al único lugar que ustedes y yo conocemos, solo podemos imaginar lo diferente y maravilloso que se sintió ese lugar perdido. En este sentido, sus primeros pasos y acciones, sus primeras palabras después de ser expulsados son extremadamente significativas. Cuando leemos: «Ahora Adám conoció a su mujer Eva, y ella concibió y dio a luz a Caín, y dijo: “He obtenido un hombre del Señor”» —podemos ver cuán fuerte fue esa añoranza por aquel lugar perdido y por el retorno a ese lugar—. Cuando Dios maldijo la tierra y expulsó a Adám y a Eva del jardín, Él también les dio la promesa que muchos leen como la promesa de un salvador que había de venir. Aparentemente Eva conectó el nacimiento de su hijo con el cumplimiento inmediato de esa promesa; ella realmente esperaba que mediante su hijo iban a regresar al jardín que habían perdido. Más tarde, cuando observemos a Noé, veremos que esa esperanza pasó de generación en generación: En el tiempo en que Noé nació, las personas estuvieron extremadamente cansadas de la maldición de la tierra y esperaron ansiosamente el cumplimiento de esta promesa. El padre de Noé miró a su hijo como aquel que los libraría de la maldición —como aquel que les proporcionaría confort y descanso— pero comenzó con la primera pareja: al nombrar a su hijo Caín y al afirmar que el Señor le dio el nombre, esto indica que Eva fue la primera en esperar en que su hijo sería el salvador prometido. Una vez más, esto nos muestra claramente cuán profunda fue su añoranza.
Como todos sabemos, Caín no fue el salvador. Eva lo comprendió muy pronto porque su segundo hijo se llamó Abel, que quiere decir «aliento» o «desvanecimiento»: «Entonces ella volvió a concebir, esta vez a su hermano Abel». De esta forma regular, muy breve y punteada, las Escrituras nos cuentan un poco sobre la historia de los dos hermanos: «Abel fue un pastor de ovejas, pero Caín fue un cultivador del suelo». Muchos comentaristas diferentes podrían haber comentado aquí sobre las diferentes ocupaciones. Por ejemplo Rashi, un brillante comentarista judío medieval, nota que desde que la tierra fue maldecida, Abel se abstuvo de trabajar en ella —mientras que Caín todavía estuvo dispuesto a cultivar el maldito suelo—. Otro «lectura de la historia sugiere que los hermanos representan las dos culturas del hombre en tensión».[2] Algunos piensan que Abel escogió una vida errante, no deseando tener sus raíces en una tierra maldecida y en un mundo caído, mientras que Caín escogió una vida sedentaria, disfrutando del mundo tal cual era. El castigo que Dios dio a Caín más tarde confirma esta idea: «Cuando trabajes el suelo ya no te dará su fuerza. Serás un fugitivo y vagabundo en la tierra». En otras palabras, no tienes permiso para establecerte en un lugar, tú serás un nómada —algo que Caín desde el principio trató de evitar a toda costa escogiendo la vida sedentaria de un granjero—.
¿Qué dijo Caín?
Encontramos el siguiente encuentro entre los hermanos, cada cual trayendo su ofrenda al Señor: Caín «con el fruto de la tierra» y Abel «con las primicias de su ganado». Tan solo el sacrificio de Abel fue aceptado, y la aceptación probablemente fue marcada por alguna manifestación visible. No encontramos ninguna explicación de la elección de Dios en la narrativa bíblica, pero muchos comentaristas intentan encontrar la clave por la preferencia de Dios en la intención de los hermanos: mientras que Caín simplemente trae «una ofrenda», Abel trae «lo escogido» de su rebaño. Sin embargo, algunos comentaristas dicen que el desprecio de Dios hacia la ofrenda de Caín es inexplicable para la lógica humana. Aparentemente Caín también lo sintió así: Él reaccionó enfurecido y violentamente a un rechazo que no podía comprender. Le dice algo a Abel y no sabemos exactamente lo que le dice. En español leemos: «Y Caín habló con su hermano Abel»[3] – y no parece como si aquí faltase algo; sin embargo, este versículo, de hecho aporta una frase en hebreo muy enigmática: : וַיֹּאמֶר קַיִן אֶל־הֶבֶל – y la traducción literal de esta frase sería algo así: «Y Caín dijo a su hermano Abel…». ¿Qué dijo Caín?
No sabemos qué dijo Caín a su hermano antes de matarlo; pero sabemos lo que Caín le dijo a Dios después de haber matado a su hermano. Pocas frases bíblicas se han citado con tanta frecuencia como la pregunta desafiante de Caín: «¿Soy yo el guardián de mi hermano?». Según algunos eruditos judíos, Caín le dice a Dios: «¿Soy yo el guardián de mi hermano? Tú eres Dios. Es tu tarea vigilarle, no la mía. Si no hubiera hecho lo que hice, podrías haberme impedido hacerlo».[4] Así pues, Caín desafía a Dios mismo. Adám cometió un pecado, Caín ambos, pecado y crimen —y la crónica bíblica de todas las rebeliones humanas post-Edén comienzan aquí—.
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[2] The Torah, A Modern Commentary, NY, 1981 – p. 47.
[3] Génesis 4:8.
[4] The Torah, A Modern Commentary, NY, 1981 – p. 47.
Los extractos que leen en estas páginas, son típicos de lo que compartimos con nuestros estudiantes durante las clases DHB (Discovering the Hebrew Bible/Descubriendo la Biblia Hebrea) o WTP (Weekly Torah Portions/Porciones Semanales de la Torá). Si estos artículos les abrieron el apetito por descubrir los tesoros ocultos de la Biblia hebrea, o estudiar en profundidad la Paráshat Shavúa, junto con ideas del Nuevo Testamento, estaré muy feliz en proporcionar más información (y también un descuento de maestro para nuevos estudiantes) respecto a los cursos de eTeacher[1] (juliab@eteachergroup.com) .
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[1] Por el momento solo ofrecemos el curso WTP en inglés, mientras que el curso DHB está en español y portugués.
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