De Jerusalén A Roma: Concilio De Jerusalén (1)

Mi querido amigo, estamos entrando a Hechos 15, uno de los capítulos más cruciales de este libro. Me atrevo a decir que la mayoría de los lectores modernos mientras leen este capítulo no siempre entienden lo que está pasando allí. Si uno fuese un judío religioso del siglo I, definitivamente sabría lo que está pasando. Nos perdemos de mucho sin conocer el trasfondo religioso y mi trabajo aquí es ayudarte a recuperar lo que se pierde.

La investigación

Este capítulo comienza con algunos hombres que «bajaron de Judea» y visitaron la congregación en Antioquía. Comenzaron a enseñar que la «circuncisión según la ley de Moisés» era necesaria para la salvación. Las palabras «según la ley de Moisés» se pierden por completo para un lector moderno. Muchos pueblos del Cercano Oriente practicaban la circuncisión en ese entonces, y muchos practican la circuncisión incluso ahora, pero solo si se hace de cierta manera, con cierta ceremonia, de acuerdo con la ley de Moisés, se convierte en brít milá («pacto de la circuncisión»). Esto es exactamente lo que exigieron estos hombres de Judea. Leemos que después de algunas discusiones y disputas, la congregación decidió «que Pablo y Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y ancianos, con respecto a esta cuestión».[1]

El famoso tratado judío Pirkéi Avót comienza con las palabras: «Todo Israel tiene una parte en el mundo venidero». Aunque este tratado fue escrito mucho más tarde que el Nuevo Testamento, la idea también estuvo claramente presente en la época de Jesús: todo Israel será salvo. Si sabemos eso, entenderíamos la situación de los creyentes judíos en Hechos 15. Después de haber recibido a Pablo y a Bernabé con su consulta, se reunieron para responder la pregunta: ¿Pueden los gentiles ser salvos? En caso afirmativo, ¿qué tienen que hacer?

Un yugo

Muchos comentaristas cristianos enfatizan las palabras de Pedro: «¿Por qué tientan a Dios poniendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?».[2] Se oponen al «yugo de la ley», de lo que supuestamente habla Pedro, con las palabras de Jesús: «Mi yugo es fácil y ligera mi carga».[3] Tal enseñanza es incorrecta porque malinterpreta el yugo que Pedro llama insoportable.

El término «yugo» en este contexto es un término verdaderamente judío. «La metáfora del “yugo” se emplea típicamente en la literatura rabínica para indicar la observancia de la Torá como una señal de aceptación del pacto de Dios (עול תורה; ól Torá) – el “yugo de la Torá”, (עול (מלכות) שמיים ; ól maljút shamáyim) – el “yugo del cielo”), o (עול מצוותól mitzvót) – el “yugo de los mandamientos”)».[4] ¡Los judíos practicantes no consideran la Torá una carga, sino una alegría! En la literatura rabínica, aceptar «el yugo del reino de los cielos» significa reconocer la soberanía de Dios y obedecerle por amor a Él. Una vez que uno ama a Dios, elegiría felizmente obedecer sus mandamientos, exactamente como dice Jesús: «Si me amas, guardarás mis mandamientos».[5] El yugo de sus mandamientos no es una carga si uno ama a Dios. En este sentido, el término judío «yugo» no significa una carga opresiva más que el yugo de Jesús.

Entonces, ¿cuál es ese yugo insoportable del que habla Pedro? Como ejemplo, consideremos el requisito de la circuncisión con el que comenzó este capítulo, y todo el debate. Si bien «los hombres de Judea» exigieron que la circuncisión se realizara «de acuerdo con la ley de Moisés», no encontramos detalles específicos sobre la «manera» de la circuncisión en la Torá. ¿Por qué? ¿Y dónde se describen estos detalles? Aquí llegamos a un punto muy importante que nos ayudaría a entender de qué yugo hablaba Pedro: para este tiempo, en la mente de los judíos religiosos, «la ley de Moisés» ya era un enorme compendio tanto de mandamientos como de interpretaciones de cómo caminar con esos mandamientos. Estas interpretaciones pertenecían a la llamada «Torá oral». Se entendía que la Torá Oral le había sido entregada a Moisés en el Monte Sinaí junto con la Torá Escrita. Para el siglo I, la Torá Escrita y la Torá Oral estuvieron absolutamente entrelazadas: si alguien va en contra de la tradición, a los ojos de las personas religiosas, alguien va en contra de la Torá. Esta es la razón por la que Jesús fue acusado varias veces de «romper la ley»,  porque los milagros que realizaba en Shabát, según la tradición, no estaban permitidos. Nos ayuda a ver que la decisión del Concilio de Jerusalén en Hechos 15 fue muy valiente y verdaderamente revolucionaria, pero uno no lo entendería si no conoce la situación religiosa en la tierra en este momento. También nos ayuda a entender de qué «yugo» estaba hablando Pedro: ¡no era el yugo de los mandamientos de la Torá, dado por Dios, sino un yugo de tradiciones prescritas por hombres!

Discurso de Santiago

El discurso de Santiago es sin duda la pieza central de este capítulo. Algunos eruditos[6] afirman que el discurso de Santiago pertenece al género de yelammedénuYelammedénu es la homilía halájica especial (generalmente comienza con las palabras yelammedénu rabbénu, «Que nuestro maestro nos enseñe», de ahí el nombre) que contiene tantas referencias al precedente como a la Escritura. Aquí el precedente al que se refiere Santiago es a la historia del evangelismo de Pedro sobre Cornelio y su casa. La referencia a las Escrituras es una cita de Amós. Sorprendentemente no escuchamos ninguna referencia a la Torá que deba preceder a un llamamiento a los profetas; por lo tanto, algunos eruditos sugieren que lo que tenemos en Hechos 15 es solo un fragmento de un discurso más largo.

Como presidente, Santiago resume la discusión. Para entender su conclusión, necesitamos saber qué es la takkaná rabínica. La takkaná es una regulación emitida por la autoridad rabínica que revisa una ordenanza que ya no satisface los requisitos de los tiempos o circunstancias. Las takkanót (plural de takkaná) se consideran extensiones de la ley; son de origen antiguo y cubren diferentes temas. Santiago concluye su reunión con tal takkaná, y la próxima vez discutiremos el contenido de esta takkaná.

[1] Hechos 15:2.

[2] Hechos 15:10.

[3] Mateo 11:30.

[4]Hillary Le Cornu, Joseph Shulam, The Jewish Roots of Acts, Vol.I, p. 823

[5] Juan 14:15.

[6]  G. K. Beale and D. A. Carson. Commentary on the New Testament Use of the Old Testament (p. 589). Baker Publishing Group. Kindle Edition.

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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