De Jerusalén A Roma: La Segunda Parte Y El Primer Viaje

«Al judío primero…»

Mis queridos lectores, desde hace unas semanas volvemos a nuestro viaje a través del libro de Hechos. Del libro mismo sabemos que era una costumbre regular del Apóstol Pablo asistir a la sinagoga cada Shabát. Aunque la misión apostólica de Pablo era alcanzar a los gentiles con el evangelio, a cada pueblo nuevo al que llegaba (incluso en regiones predominantemente gentiles), asistía a una sinagoga. En las sinagogas se reunía con judíos y gentiles por igual que estaban interesados en la Palabra de Dios. Una y otra vez leemos acerca de Pablo asistiendo a las sinagogas:

«Cuando llegaron a Salamina, proclamaban la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Y tenían a Juan para ayudarlos». (Hechos 13:5)

«Pero ellos… llegaron a Antioquía de Pisidia. Y en el día de reposo entraron en la sinagoga y se sentaron». (Hechos 13:14-16)

«Ahora bien, en Iconio entraron juntos en la sinagoga de los judíos y hablaron de tal manera que creyó una gran cantidad de judíos y griegos»(Hechos 14:1)

«Llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y Pablo entró, como era su costumbre, y en tres Shabatót discutió con ellos de las Escrituras». (Hechos 17:1-3)

«Inmediatamente los hermanos enviaron de noche a Pablo y Silas a Berea, y cuando llegaron entraron en la sinagoga de los judíos».(Hechos 17:10)

«Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con las personas devotas y en la plaza todos los días con los que estaban allí»(Hechos 17:17)

«Después de esto Pablo salió de Atenas y se fue a Corinto… Y discutía en la sinagoga todos los Shabatót». (Hechos 18:1-4)

«Y llegaron a Éfeso, y los dejó allí, pero él mismo entró en la sinagoga y discutió con los judíos». (Hechos 18:19)

Es importante entender que aunque este patrón será obvio a lo largo de todo el ministerio de Pablo, inicia aquí, al comienzo de la segunda parte, en los Capítulos 13 y 14. Una vez más, Lucas se asegura de que sus lectores estén conscientes de la actitud invariable e inmutable  de Pablo: «Al judío primero…».

 

Los paralelos

Ya sabemos que el libro de Hechos se puede dividir en dos partes, de acuerdo con las palabras de Jesús a sus discípulos al comienzo de Hechos: deberían ser sus «testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra».[1] La primera parte, los Capítulos 1–12 describen los acontecimientos que tienen lugar en Jerusalén, Judea y Samaria. Pedro es la figura central de estos capítulos: pronuncia discursos, realiza curaciones y, como punto culminante de esta sección, bautiza al primer gentil convertido, Cornelio, el centurión romano.[2] Pedro bautizando a Cornelio e informando oficialmente a sus hermanos judíos abre la puerta para que los gentiles sean incluidos en la comunidad de creyentes.

Luego, a partir del Capítulo 13, el enfoque del libro cambia a Pablo, el Apóstol de los gentiles. Somos testigos de su actividad misionera en Asia Menor (actual Turquía) y Grecia, su arresto, interrogatorio ante las autoridades romanas y judías, su viaje a Roma y su predicación en Roma. Por lo tanto, Hechos presenta un cuadro de la Iglesia expandiéndose en total acuerdo con las palabras de Jesús: desde Jerusalén a través de Judea y Samaria hasta «los confines de la tierra».

Ya hablamos del hecho de que Lucas es un maestro asombroso de las transiciones, y de que los Capítulos 13 y 14 podrían verse como una transición muy significativa de la primera parte del libro de Hechos a la segunda parte. Sorprendentemente, Lucas conscientemente construye paralelos aquí: entre el comienzo de la segunda parte y el comienzo de la primera parte. Por ejemplo, en su discurso del Capítulo 13, en la misma vena exegética como Pedro, Pablo se refiere a estos versículos del Salmo 16:

«Porque no dejarás mi alma en el Seol,
Ni permitirás que tu santo vea corrupción».

Muy parecido a Pedro, Pablo «argumenta que dado que se sabe que David murió, el Salmo habla de su descendencia».[3] No nos sorprende encontrar a Pablo argumentando de la misma manera que lo hizo Pedro: este principio es bien conocido en la literatura rabínica. El Talmúd dice que «todos los profetas profetizaron solo para los días del Mesías». Sin embargo, está claro que cuando Lucas abre la segunda parte de su libro, a propósito construye paralelos entre el comienzo de esta sección y el comienzo de la primera.

Encontramos otro paralelo en el Capítulo 14. Aquí leemos sobre el milagro en Listra. Una vez más vemos a «Lucas modelando claramente a Pablo en el ejemplo de Pedro»[4] del Capítulo 3. Las similitudes verbales entre el versículo 14:10 y el versículo 3:8 son sorprendentes.

Por supuesto, hay algunas diferencias entre las historias: Mientras Lucas describe al hombre cojo en el Capítulo 3 esperando una ganancia monetaria, este hombre logra convencer a Pablo de que su principal interés es la curación. Su fe parece expresar su confianza en que Pablo es capaz de curarlo físicamente. No sabemos si el hombre de Listra estaba sentado frente a un templo (templo de Zeus). Finalmente, es interesante comparar la respuesta de las personas al milagro. Usualmente la respuesta de los líderes judíos al milagro realizado por Pedro (Capítulos 3-4) es vista como una «severa oposición judía», mientras que la respuesta de los Listranos en el Capítulo 14 es percibida como un malentendido casi agradable. Tratemos de arreglarlo.

En Hechos 4, al día siguiente de la curación, los líderes judíos se juntaron contra Pedro y Juan. La mención de Lucas de «gobernantes, ancianos y escribas» probablemente signifique una convocatoria del Sanedrín, ya que los representantes de estos tres grupos componían el llamado «Gran Tribunal». (En ese momento, a pesar de la ocupación romana, el Gran Sanedrín de Jerusalén seguía siendo la máxima autoridad judicial, política y administrativa de la tierra). Se presume que los apóstoles estaban parados en el centro de la corte, los miembros interrogatorios del Sanedrín sentados alrededor de ellos. Los líderes comenzaron a preguntar por qué poder, o por qué credenciales, Pedro y Juan habían sanado al cojo. Es importante entender que los líderes estaban obligados a indagar: «el acto de curar per se invoca una autoridad que, como normalmente no se otorga a los seres humanos, debe ser investigada para asegurarse que no se trate de brujería o blasfemia».[5] Este procedimiento parece sospechoso, casi hostil, pero en realidad los líderes judíos simplemente están haciendo su trabajo, asegurándose que el milagro de la curación se haya realizado en el nombre de Dios. Por otro lado, la respuesta de las personas al evento milagroso en Listra es muy entusiasta, casi exultante; el sacerdote local no se ofende por los poderes milagrosos de Pablo y Bernabé y no los ve como rivales. Sin embargo, toda la escena en Listra revela una piedad pagana y hace que Pablo y Bernabé se rasguen las vestiduras. Para Pablo y Bernabé, ser llamados dioses no solo estuvo mal, fue una blasfemia, y como reacción a esta blasfemia, rasgaron sus túnicas. Entonces, aunque el milagro fue puesto en duda e investigado en el Capítulo 4, mientras que fue recibido con entusiasmo en el Capítulo 14, los emisarios judíos de Jesús se sintieron mucho más a gusto en Jerusalén. Necesitamos recordar eso a medida que continuamos nuestro viaje a través de la segunda parte de Hechos.

[1] Hechos 1:8.

[2] The Jewish Annotated New Testament, Oxford University Press. Kindle Edition, p.198.

[3] Hillary Le Cornu, Joseph Shulam, The Jewish Roots of Acts, vol.1, p.737.

[4] Ibid,. p. 775.

[5] Ibid., p.235.

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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