«Porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros»
1 Corintios 5:7
Digno es el cordero
«El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza»[1]. ¿Qué creyente en Jesús no ha cantado al menos una vez estas palabras del libro de Apocalipsis? De hecho, la imagen del cordero es una de las imágenes centrales de este libro visionario, escrito cerca del final del siglo I: lo encontramos en casi cada capítulo (Apocalipsis 5:6, 7:14, 13:8, etcétera). Pero sería correcto decir también que esta imagen es absolutamente central en toda la teología cristiana: el cordero ha sido una de las imágenes simbólicas centrales de la religión cristiana desde los primeros siglos de su existencia; la idea del cordero sin mancha, sacrificado por los pecados de los hombres ha sido uno de los leitmotivs (motivos) del cristianismo a través de su historia. De acuerdo con esto, uno podría esperar que las páginas del Nuevo Testamento estén llenas del imaginario del cordero, pero es bastante sorprendente, que aparte del libro de Apocalipsis, casi no encontremos esta imagen aquí. No la encontramos en las epístolas de Pablo, los primeros escritos del Nuevo Testamento; ¿y solo existe un versículo en los Evangelios donde se refiere directamente a Jesús como el cordero? Esto ocurre en el primer capítulo del Evangelio de Juan donde Juan el Bautista pronuncia esta enigmática exclamación: «He aquí el cordero de Dios, que quita los pecados del mundo». Un poco más adelante, repite su anuncio: «He aquí el cordero de Dios»[2]. Encontramos este título en un solo capítulo de los Evangelios y sin repetirse en ningún otro lugar. Este hecho evoca innumerables preguntas, ¿no es así? ¿De dónde toma Juan esta imagen? ¿Qué quería decir Juan con estas palabras? ¿Qué significado asignaron los observadores israelitas a sus palabras?
De hecho, esta exclamación de Juan el Bautista siempre ha planteado un problema para los comentaristas del Nuevo Testamento. Entre las diferentes interpretaciones del «cordero» que han sido propuestas, la más plausible es la del cordero de la Pascua —pero aún así, aquí tenemos una seria objeción—: el cordero de la Pascua no era considerado un sacrifico expiatorio. «No hay ninguna indicación de que el Antiguo Testamento considerase el sacrificio del cordero pascual como una muerte expiatoria en el sentido de un sufrimiento vicario penal»[3]. Entonces, ¿cómo puede ser explicada la expresión «el cordero Dios» en el Evangelio de Juan?
El cordero de la Aqeda
Antes de explorar fuentes extrabíblicas, vayamos a los Tanajin, nuestra búsqueda de respuestas. Le sorprenderá descubrir que también en el Tanaj, la palabra hebrea para cordero raramente aparece. Sin embargo, no es díficil adivinar dónde encontramos la palabra «cordero» por primera vez. Por supuesto, la primera cita se encuentra en Génesis 22, en la Aqedat Itzjak: Cuando Isaac es conducido a la montaña por su padre, le pregunta a Abraham: «He aquí el fuego y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?»[4] La palabra fue pronunciada, la pregunta fue formulada —y por supuesto, el cordero que parecía «como inmolado»[5] en el libro de Apocalipsis, comienza aquí—, con la inocente, confiada y casi ingenua pregunta de Isaac: «¿dónde está el cordero para el holocausto?»
Creo que muchos cristianos están perfectamente conscientes de esta conexión y paralelo entre Isaac y Jesús. Sin embargo, de lo que quizás no esté al tanto, es de una tradición hagádica judía que afirma explícitamente que allí, en el monte Moriah, Abraham ofreció dos sacrificios: comenzó con el sacrificio de su hijo y terminó con el sacrificio del carnero. Esta tradición establece que Isaac fue asesinado o quemado y luego se levantó de entre los muertos. En el Midrash Bereshit, Rabbah R. Phineas dijo en nombre de R. Banai: Él oró: ¡Soberano del Universo! Considérelo como si hubiera sacrificado primero a mi hijo Isaac y luego a este carnero en lugar de a él (en su lugar, tahat, entendiéndose como en el versículo: «y reinó en su lugar Jotam su hijo»,[6] donde el significado debe ser después de él). En otras palabras, el Midrash explícitamente declara que Abraham ofreció dos sacrificios, comenzó con el sacrificio de su hijo y terminó con el sacrificio del carnero, y con esta tradición, se dice explícitamente que Isaac es el cordero de la ofrenda quemada: אתה השה לעלה בני» -«Tú eres el cordero, mi hijo»[7].
Diversas interpretaciones y fundaciones de la tradición de la Aqeda están presentes en diferentes fuentes rabínicas, sin embargo, el punto común importante es que «las cenizas de Isaac» y «la sangre de la Aqeda de Isaac», aunque contradicen el significado simple de las Escrituras, están cuidadosamente preservadas por esta tradición: están para servir por siempre como expiación y defensa de Israel en cada generación. Por ejemplo, leemos en la Mekilta de-Rabbi Ismael: «Y como él estuvo a punto de destruir, el Señor le vio y se arrepintió de aquel mal»[8]. ¿Qué es lo que contempló? «Él contempló la sangre de la Aqeda de Isaac»[9] y su compasión conquista inmediatamente su ira; y Él redime y libera. Esto es exactamente lo que Abraham pide cuando él continúa con su oración en Bereshit Rabbah: «Aún así que sea tu voluntad, oh Señor nuestro Dios, que cuando los hijos de Isaac estén en apuros, tú recordarás este pacto en su favor y serás lleno de compasión por ellos»[10].
Creo firmemente que la imagen cristiana del cordero, cuya muerte y resurrección tienen un poder expiatorio y un efecto redentor en nombre de las generaciones futuras, está claramente relacionada con este sacrifício de Isaac (Aqedat Itzjak) en la tradición judía. La próxima vez continuaremos discutiendo esta conexión.
[1] Apocalipsis 5:12
[2] Juan 1:29,36
[3] Robert J. Daly, Christian Sacrifice(The Catholic University of America Press : 1978)
[4] Génesis 22:7
[5] Apocalipsis 5:6
[6] 2 Reyes 15:7
[7] Bereshit Rabbah, 56.4
[8] 1 Crónicas 21:15
[9] Mekilta de-Rabbi Ishmael, 90-95
[10] Bereshit Rabbah, 56,10
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