Jol Hamóed
Todavía estamos en los «días intermedios de Sukkót» (Fiesta de los Tabernáculos), y probablemente es un buen momento para aclarar esa expresión: ¿qué significa realmente cuando decimos: Jol Hamóed («días intermedios de Sukkót»)?
En Levítico 23, leemos sobre Moadéi Adonái —las fiestas bíblicas—, los momentos especiales del Señor encontrándose con su pueblo. Solo hay dos festivales en esta lista que tienen algunos días entre el primer y el último día del feriado. Leemos que el primer y el séptimo día de la Pascua será «una convocación santa» y el descanso del sabbat sin trabajo; y el primer y octavo día de la Fiesta de los Tabernáculos será «una convocación santa» y el descanso del sabbat sin trabajo. Los días entre esos primeros y últimos días son llamados «dias intermedios» del festival: Jol Hamóed. En estos días nos saludamos con las palabras: Moadím leSimjá (literalmente: «Momentos de Alegría», pero supongo que «¡Buenas Fiestas!» sería una traducción más adecuada), y muchas personas todavía trabajan, aunque el ambiente es muy festivo y las pequenas cabañas —sukkót— estén por todas partes. Es habitual y se considera una grande bendición tener invitados en tu sukká. En mi último artículo hablé sobre esa costumbre, y para aquellos que todavía no han visto una película israelí maravillosa, Ushpizín, se las recomiendo.
Hoshaná Rabá
Hoy vamos a hablar sobre un día intermedio muy especial, el séptimo día de Sukkót, que ocurre poco antes del final del feriado. Es llamado Hoshaná Rabá y es considerado el día final del «juicio» divino —el día en que los decretos de Yom Kippúr y Rosh Hashaná son finalizados—. Este es un día de oración y arrepentimento, y algunos textos judíos lo describen como un día de juicio, semejante al proprio Yom Kippúr.
El servicio de la sinagoga en este día difiere de todos los otros días de Sukkót. Durante el culto matutino de Hoshaná Rabá, la congregación da siete vueltas alrededor de bimá (mesa de lectura de la Torá) mientras sostienen las cuatro especies, en vez de una vuelta como en todos los otros días de la fiesta. ¿Por qué siete? En los textos judíos podemos encontrar varias explicaciones. Algunos dicen que las siete vueltas corresponden a las siete palabras hebreas en el versículo: «Lavé mis manos en pureza alrededor de tu altar, oh Señor».[1] Obviamente, esas siete vueltas corresponden a las siete vueltas en Jericó dadas por Josué y su ejército; por lo tanto, algunos comentarios dicen que el objetivo de esas vueltas es destruir el muro que nos separa de nuestro Padre celestial, mientras el muro de Jericó se cae.
Las oraciones recitadas por los fieles durante esas vueltas son llamadas oraciones de Hoshanót, debido a su repetición constante: הושענא, (Hoshaná) —¡por favor, salva!— En algunos lugares, los hoshanót están acompañados por los versículos litúrgicos pidiendo por la venida del Mesías. En la conclusión del culto, los fieles golpean el suelo con ramas de sauce, simbolizando así la eliminación del pecado.
¿Por qué sauce? Hoshaná Rabá también es el clímax del juicio del agua. En Sukkót, somos juzgados con relación a la cantidad de lluvia que caerá el próximo año, y la decisión sobre el agua no se termina hasta el final de la fiesta. Esta es la razón por la cual el sauce, la planta «del arroyo»,[2] ocupa un lugar central en la liturgia de Hoshaná Rabá —y además de las cuatro especies tomadas todos los días de Sukkót—, hay una tradición de tomar ramitas de sauce adicionales en este séptimo día especial del festival.
¡Los ríos… en Jerusalén!
Se debe notar que los rituales modernos de Hoshaná Rabá recuerdan las prácticas del Templo en Jerusalén. En realidad, encontramos una descripción de los mismos rituales en la Mishná. Todo eso se vuelve especialmente interesante si recordamos que fue en este mismo día, «el último y grande día» de la Fiesta de los Tabernáculos, cuando Jesús gritó sus famosas palabras: «Él que cree en mí, como dicen las Escrituras, de su corazón fluirán ríos de agua viva».[3] De eso trata Hoshaná Rabá: salvación y agua —y ahora comenzamos a entender por qué Jesús usaría palabras conectadas a las imágenes del agua mientras habla de salvación—.
La Ceremonia de Libación del Agua en el Templo fue el apogeo de la celebración de Sukkót. Sukkót es el comienzo de la estación de las lluvias en Israel y, como mencioné anteriormente, la decisión de Dios de cuánta lluvia caerá el próximo año se toma y se finaliza hasta el final de la fiesta. La libación del agua fue realizada para invocar las bendiciones de Dios en las lluvias del año. Durante la ceremonia, una gran procesión que lleva agua pasaría por Jerusalén y rodearía el Templo, y entonces el agua sería derramada sobre el altar. La descripción de esta ceremonia puede ser encontrada en la Mishná. La alegría que la acompañaba fue tan grande que se convirtió en un proverbio: «Quien no ha visto Simját-bet-ha-Sho’ebá, la alegría del retiro (y el derramamiento) del agua, no ha visto alegría en su vida». Y en el contexto de esta celebración, mientras la procesión con el agua estuvo caminando por Jerusalén, Jesús pronuncia sus famosas palabras sobre «ríos de agua viva».
Es importante entender que «aunque los rabinos atribuyeron un significado simbólico al ceremonial con conexión a la dispensación de la lluvia… la principal referencia, de acuerdo a ellos mismos,… fue para las futuras bendiciones que les otorgarían en el tiempo del Mesías, y señalaban especialmente el derramamiento del Espíritu, como se puede ver en la declaración inequívoca del Talmud: “¿Por que es llamado Bet-ha-Sho’ebá?… Debido al derramamiento del Espíritu Santo, de acuerdo con lo que es dicho: ‘Con alegría sacarás agua de las fuentes de la salvación’”».[4]
Una vez que entendemos ese contexto, una vez que entendemos que, aunque no es parte de la designación mosaica original, —el servicio ceremonial de la Libación del Agua también señaló y enfatizó el significado simbólico y profético de Sukkót— las palabras de Jesús de Juan 7 adquieren un significado todavía más profundo y rico. Hoshaná Rabá trata sobre la salvación y el agua —y es en el contexto de Hoshaná Rabá que Jesús habla sobre dos cosas—: ¡salvación y agua! Él prometió «ríos de agua viva» —y, como en el Talmud más tarde—, él también «habló acerca del Espíritu, que recibirían los que en él creían».[5]
[1] Salmo 26:6.
[2] Levítico 23:40.
[3] Juan 7:38.
[4] David Baron, Types, Psalms and Prophecies, Israel,2000, p.64
[5] Juan 7:39.
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