ISMAEL
En años anteriores, cuando llegaban los Días Sagrados Mayores, yo paraba la serie que estaba escribiendo para poder publicar algún post con referencia a estas festividades. Este año será diferente, con mi serie “Isaac e Ismael”: no puedo imaginar una época más adecuada para escribir sobre Isaac e Ismael que durante Rosh Hashanah (רֹאשׁ הַשָּׁנָה, “La Cabeza del Año”) nuestro año nuevo judío, cuando el día feriado leemos Génesis 21 y 22 como parte de nuestra lectura de la Torá.
Ismael tenía unos trece o catorce años cuando nació Isaac. Sin duda, desde ese tiempo hasta el momento en que fue expulsado, él debía haber tenido una mezcla de sentimientos en su corazón. Probablemente él amaba a su hermoso hermanito; sin embargo, junto con su amor, también debía albergar envidia y celos en su corazón conforme pasaban los años. A veces me pregunto qué habría pasado si los capítulos 21 y 22 del libro de Génesis se hubieran suprimido. ¿Qué hubiera sucedido si Ismael todavía hubiera estado en casa en la mañana cuando Abraham ensillaba su asno, cortaba la leña, tomaba a Isaac y partía hacia el Monte Moriá?
Si Ismael hubiera tenido tan solo un vistazo del futuro de su hermano elegido; si él hubiera sabido de alguna manera cuánto sufrimiento estaba destinado a soportar Isaac; si incluso vagamente, se hubiera dado cuenta que el camino del elegido le llevaba a un altar, sus celos probablemente hubieran sido menores, su resentimiento menos doloroso. Sin embargo, Ismael no vio nada de eso. Los años que pasó en casa de Abraham después del nacimiento de Isaac fueron vividos con envidia: él había estado celoso del cariño de su padre, celoso del estatus de la madre de Isaac y celoso de las promesas de Dios a Isaac y su estatus de elegido. Una vez más, si solo hubiese sabido el inmenso dolor y sufrimiento que debía afrontar el elegido, quizá se hubiese alegrado que al final, él no era el Hijo del Pacto. Sin embargo, todo lo que Ismael vio fue que la vida de Isaac era más suave y fácil, y esta era la percepción que se llevó con él cuando tuvo que dejar la casa de su padre. Así es como recordó a Isaac; esta es la impresión que se llevó con él, junto con amargura y resentimiento. Ismael no ve a su hermano siendo llevado al Monte Moriá. En su lugar, él es expulsado de la casa cuando todo en la vida de su hermano todavía es fácil y confortable. Génesis 21 viene antes de Génesis 22.
LECTURA ESPECIAL DE LA TORÁ
Durante años, pensé en Génesis 22 como el capítulo más difícil de la Biblia, casi insoportable. Siempre que abría mi Biblia, “hacía todos los esfuerzos posibles para pasar sobre estas páginas, tan rápido como me fuera posible. Temerosa de ser herida de nuevo incluso por la mirada más pequeña de esta terrible historia, de como, en obediencia a Dios, Abraham tomó a su hijo y lo condujo al Monte Moriá para ofrecerlo como holocausto”.[1] Incluso me hería físicamente al leerlo. Cada vez que leía el capítulo, sentía como si viese la montaña delante de mí, como si el mismo capítulo fuera ese pico aterrador de Akedat Yitzhak. Durante años, Génesis 22 había simbolizado el pico del sacrificio para mí: un alto y solitario pico; un pico de obediencia inimitable y sin precedentes; el centro y la culminación de la vida de Abraham. Todos los capítulos alrededor parecían mucho menos significativos, menos importantes, casi vagos y borrosos en comparación con este pico desalentador, claramente visible con el trasfondo del cielo, una pedregosa silueta afilada con su demanda aterradoramente clara. Por eso mi atención siempre ha sido atraída por el hecho de que Génesis 22 es leído cada año nuevo judío. “Es altamente significativo que, cada Rosh Hashanah, cada año nuevo, esta porción, la Akedah, sobre la atadura de Isaac, sea leída. El pueblo de Israel ve esta historia con una mezcla de sentimientos de temor y asombro, entendiendo que de alguna manera aporta significado a su destino, pero son incapaces de discernir la verdad: que están mirando como en un espejo».[2]
No fue hasta que empecé a escribir sobre Isaac e Ismael, que empecé a ver por primera vez que Abraham tenía que sacrificar a sus dos hijos. Que realmente no era uno, sino dos sacrificios en la vida del viejo patriarca. Que Génesis 21 era tanto sobre el sacrificio como Génesis 22 y que el sacrificio de Génesis 21—el destierro de Ismael—era extremadamente tortuoso y doloroso para Abraham. Así, de repente, el pico solitario de Génesis 22 ya no estaba tan solo. El pico de Génesis 21 aumentó a su vez, casi tan alto y tenebroso como el pico de Génesis 22. Y entonces me di cuenta —aunque en mi mente ya lo sabía—que cada año, nosotros también leemos Génesis 21 durante nuestro año nuevo. Génesis 21 viene antes de Génesis 22, y entonces, el primer día de Rosh Hashanah, antes de leer la historia de Isaac, leemos el capítulo anterior: Génesis 21, la historia del destierro de Ismael. La fiesta de Rosh Hashanah consta de dos días; como algunos de mis lectores saben, y estos dos capítulos son leídos juntos cada año. Como es sabido, esta es la única fiesta judía que se celebra durante dos días, tanto en Israel como fuera de Israel, como si fuera extraído precisamente por esa razón: un día para cada capítulo. Hoy, en retrospectiva, quisiera reseñar las frases que justamente cité en mi libro: “Es muy significativo que cada Rosh Hashanah, cada año nuevo estas porciones… son leídas”. Cada año, nuestro pueblo mira de nuevo estas historias con sentimientos renovados de temor y asombro, “comprendiendo que de algún modo, están cargados de significado para nuestro destino”.
No podemos comparar estos sacrificios: los dos hijos de Abraham fueron escogidos para dos destinos completamente diferentes, y por eso estos dos capítulos —Génesis 21 y 22—son muy diferentes. Aún así, ambos capítulos hablan de sacrificio, y lo veremos claramente la próxima vez, cuando hablemos sobre Yom Kippur y Levítico 16.
JUDAÍSMO 101: “LA CABEZA [DEL] AÑO”
Rosh Hashanah (רֹאשׁ הַשָּׁנָה, “la Cabeza [del] Año”), el año nuevo judío, es una celebración de dos días, que inicia el primer día del mes judío de Tishrei (normalmente cae en septiembre). Es el primero de los días judíos más sagrados (יָמִים נוֹרָאִים Yamim Nora’im, literalmente “Días [de] Temor”) especificados en Levítico 23: 23-32. El nombre bíblico para esta fiesta es Yom Teruah (יוֹם תְּרוּעָה), literalmente “día [de] clamar/explotar” ya que la Torá prescribe sonar el shofar en Rosh Hashanah.
En el judaísmo, el día que celebramos como Rosh Hashanah —el primero de Tishrei— realmente no es considerado el aniversario de la creación, es el aniversario del sexto día de la creación, cuando Adán y Eva fueron creados. El aniversario del primer día de la creación sería cinco días antes, el día 25 de Elul; sin embargo, según la comprensión judía, solo cuando el hombre fue creado, toda la creación se volvió significativa. El nacimiento de la humanidad añadió al Universo la posibilidad para Dios de ser proclamado Rey. Por eso, la soberanía de Dios y el reinado de Dios son los temas principales de Rosh Hashanah y los diez días de juicio lo abren. La oración “Avinu Malkeinu” (nuestro Padre, nuestro Rey) se recita diariamente, desde Rosh Hashanah hasta Yom Kippur.
La costumbre de Rosh Hashanah incluye atender los servicios de la sinagoga, sonar el shofar y recitar liturgia especial —y desde luego—, disfrutar las comidas festivas y comer alimentos simbólicos, tales como manzanas cubiertas con miel, esperando y deseando a todos Shanah Metuka שנה מתוקה —¡Un dulce año nuevo!—
Rosh Hashanah presenta una oportunidad especial para celebrar con nuestro Rey y crecer en nuestros esfuerzos para mantenernos cercanos a Él durante el año siguiente. Sé que este es el deseo de sus corazones, y doy gracias al Señor por cada uno de ustedes. Ha sido un gozo y un privilegio tener tan apreciados lectores. Así pues, como el pueblo de Israel está a punto de poner los pies en el festival de manzanas y miel, y de alimentos festivos, en sinagogas, oraciones y shofars, me gustaría desearles a todos ustedes un muy bendecido y dulce año nuevo —שנה מתוקה!—
[1] If You Be the Son of God, Come Down From the Cross, . p. 27
[2] If You Be the Son of God, Come Down From the Cross, p.31
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