Kí Tisá: Crimen Y Misericordia

Hoy vamos a hablar sobre unas de las porciones más ricas en la Torá —Kí Tisá—. Hay una historia asombrosa en esta porción sobre cómo Dios «cambió de opinión» —¿o lo hizo?—. Puedes leer mi libro «As though hiding His face» para esta historia. Sin embargo, aquí hay muchos otros detalles e ideas asombrosas —como ya mencioné, Kí Tisá es una de las porciones más ricas y complejas en toda la Torá— y hoy vamos a hablar sobre algunos de esos detalles.

Que tal vez no hay plaga entre ellos

Primero, debo admitir que nunca antes los versículos de apertura de esta porción sonaron como sombríos y severos como lo hicieron este año: «Que tal vez no hay plaga entre ellos». En los primeros meses de la pandemia escribí un libro corto sobre Corona; quise analizar todos los casos de plagas en la Biblia: por qué iniciaron y cómo se detuvieron en cada caso particular. En el libro, estos versículos particulares de nuestra porción de la Torá surgieron en conexión con una plaga en el tiempo del Rey David:

«Entonces el Señor habló a Moisés diciendo: “Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará al Señor el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya plaga entre ellos cuando los cuentes».[1]

Vemos que aquí el Señor le explica a Moisés exactamente lo que tiene que hacerse durante la cuenta: «…cada uno dará al Señor el rescate de su persona», de otra manera, una plaga seguirá la cuenta. El Midrásh elabora: «Cuando desees saber cuántos son, no los cuentes de cabeza, sino cada uno deberá dar medio shékel. Al contar los shékels, sabrás los números». Sin embargo, David tomó la cuenta y contó al pueblo, ignorando completamente esta advertencia —y una plaga de hecho fue enviada a Israel después de la cuenta de David—: «Y el Señor envió una plaga sobre Israel desde la mañana hasta el tiempo señalado… setenta mil hombres murieron desde Dan hasta Beerseba».[2]

Hasta donde sabemos, la pandemia del COVID no inició de una cuenta ilegal pero creo que no es la cuenta o el dinero que importa aquí. Lo que importa es el hecho de que cada persona debe estar lista para reconocer y admitir el simple hecho de que pertenece al Señor. Por eso es que más tarde leemos: «Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio shékel, cuando dieren la ofrenda al Señor para hacer expiación por ustedes mismos».[3]. El rico pertenece al Señor exactamente en la misma medida que pertenece el pobre, por lo tanto, están obligados a dar exactamente la misma cantidad —la misma expiación— (ambas palabras, «cantidad» en Éxodo 30:12 y «expiación» en Éxodo 30:15, traducen la raíz hebrea káf,péi,réish, de la misma raíz que se deriva la palabra kipúr, en el Día de la Expiación). Dios quiere que todo el mundo, «a partir de los veinte años», lo reconozcan como Señor —«que tal vez no hay plaga entre ellos»—.

Bajo la sombra de Dios

Casi cada versículo de esta asombrosa porción cabe la pena comentarlo. Por supuesto, no lo haré aquí, por lo tanto, elijo comentar sobre aquellos detalles que se pierden en la traducción y que se pueden ver solo en hebreo. Como he escrito varias veces en estas páginas, una de las más grandes pérdidas que experimentamos mientras leemos la Biblia en su traducción, es la pérdida del significado de los nombres. Los nombres bíblicos llevan mucho peso y el nombre, Bezalél, es un gran ejemplo de este principio. Al inicio del Capítulo 31, leemos que Dios elije a Bezalél y lo llena con su espíritu, dándole sabiduría, entendimiento y conocimiento para la estructura y mobiliario del tabernáculo. La idea de ser «lleno con el Espíritu de Dios» aquí significa equipamiento espiritual y capacitación  para el servicio especial a Dios. ¿Cómo este nombre Bezalél refleja esto?

«Bezalél» (בצלאל; Bé Tzél Él) en hebreo significa «bajo la sombra de Dios». Tzél (sombra) es una palabra y un concepto bíblico, y la expresión «bajo la sombra de Dios» aparece varias veces en las Escrituras. Por ejemplo, en el Salmo 91 leemos: «El que habita en el lugar secreto del Altísimo permanecerá bajo la sombra del Omnipotente» (בצל שדי). Si recuerdas cuando hablamos sobre el primer capítulo de Génesis, discutiendo las palabras: «porque a su imagen Dios creó al hombre»[4] nosotros hablamos sobre esta palabra: «sombra», descubriendo la conexión entre (צלtzel) y la palabra en hebreo para «imagen» (צֶלֶםtzélem). En Génesis esta dinámica de tzélem/tzél nos ayuda a entender mejor el significado de ser creado «a la imagen de Dios»: así como una sombra es una imagen imperfecta que se asemeja a la cosa real que lo arroja, así un hombre es una imagen imperfecta de Dios, capaz de asemejarse a las acciones de Dios —su amor, su misericordia, su justicia—. Aquí en Éxodo esta combinación tzél–Él en el nombre de Bezalél, en mi opinión provee una definición final de creatividad: la Biblia considera que la verdadera creatividad proviene solo de Dios y se asemeja a las acciones de Dios. El hombre se vuelve verdaderamente humano —y verdaderamente creativo— mientras se esfuerza en asemejarse a Dios.

Verás mi espalda…

Concluimos nuestros comentarios sobre esta porción con unos pocos pensamientos sobre uno de los episodios más misteriosos en toda la Biblia. En una escena muy famosa de Éxodo 34, cuando Moisés le pide a Dios que le muestre su gloria, Dios responde: «Y el Señor dijo : “He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la roca; y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la roca, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado. Después apartaré mi mano, y verás mi espalda; mas no se verá mi rostro».[5]

Tenemos que admitir que realmente no sabemos lo que Dios quiso decir con: «…verás mi espalda…». No tenemos idea cualquiera que sea la espalda de Dios; la palabra hebrea (אחריajarái) solo fue traducida como «espalda» en un intento para hacer comprensible algo que no podemos comprender —algo que tal vez ni siquiera estaba destinado a nuestra comprensión—. ¿Significa que no tenemos forma de saber que pasó ahí? Como he mencionado varias veces, no hay un mejor comentario en las Escrituras que las mismas Escrituras —y para nuestra gran sorpresa, casi encontramos la misma palabra mucho más temprano en el libro de Génesis. Para mi mayor sorpresa, nadie alguna vez ha comentado sobre esta sorprendente yuxtaposición —al menos para mi conocimiento—.

En Génesis 16 cuando la sirvienta egipcia de Sara, Agar, huye de su señora y el ángel del Señor la encuentra en el desierto y habla con ella, ella resume esta epifanía en pocas palabras. Ella dice: «¿He visto también aquí al que me ve?».[6] La oración hebrea original, sin embargo, se lee: «Vi después  (אחרי) a Aquel (o la espalda de Aquel) que me ve». Esta parte sobre «después» o «espalda» se omite completamente en la mayoría de traducciones; pero es exactamente la misma palabra que la Torá usa en nuestra escena con Moisés (las vocales son ligeramente diferentes pero probablemente sepas que el texto hebreo original no contenía vocales).

Todos somos muy curiosos: ¿Qué vio Moisés exactamente? ¿Qué le mostró Dios? Tal vez —solo tal vez— la epifanía de Agar arroja alguna luz sobre la escena de Kí Tisá. Tal vez, el mismo hecho de que Agar usara la misma palabra que Dios usó mientras le hablaba a Moisés, significa que la experiencia que ella  tuvo durante ese encuentro, había sido muy similar a la experiencia de Moisés: esta epifanía no trataba sobre Dios, después de todo trataba sobre el corazón de Moisés y la sanidad de las heridas de ese corazón. Por supuesto, nadie sabe o puede describir adecuadamente qué pasa durante un encuentro con Dios —es entre Dios y el corazón—, y es diferente para cada uno porque solo Dios conoce los secretos más profundos y las heridas de ese corazón; Él es el único que puede tocar y sanar aquellas heridas. Supongo que Moisés necesitaba algo de sanidad y motivación después del incidente del becerro de oro —como hizo Agar—. ¡Como todos hacemos! Y cuando —al igual que Moisés y Agar—, experimentamos la presencia absolutamente abrumadora de Dios. Cuando el calor de su cercanía envuelve todo nuestro ser; cuando su amor, su compasión, su ternura derrite nuestro corazón por completo y sana nuestras heridas, lo único que podemos pronunciar es:  «¿También he visto a Aquel que me ve?». Él Roí Dios-Aquel que me ve—.

 

[1] Éxodo 30:11-12.

[2] 2 Samuel 24:15.

[3] Éxodo 30:15.

[4] Génesis 9:6.

[5] Éxodo 33:21-23.

[6] Génesis 16: 13.

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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