Cuando leemos la Biblia en inglés, toda la historia de los hermanos de José regresando en busca de Benjamín “el ladrón” –el discurso de ellos, su arrepentimiento, y luego José revelando su identidad– parece una historia ininterrumpida. Sin embargo, no así en hebreo. La Torá hebrea, junto con divisiones de capítulo, también tiene divisiones en porciones de Torá (Parashat Shavua) –y Parashat Shavua Miketz– (de la que les comenté en mi post del Año Nuevo) finaliza inmediatamente a mitad del capítulo 44. El transcurso de la historia se rompe –hay una línea invisible de puntos, una pausa, lo cual significa que algo muy importante está a punto de suceder– luego la siguiente porción de la Torá VeYigash, comienza con estas palabras: Entonces Judá se acercó a él.…[1] Es ahí, en VeYigash, que José se identifica delante de sus hermanos; este movimiento de Judá es la prueba crucial. Se percibe como si algo le precediese y que incluso causa la revelación de José. ¿Por qué?
Regresemos a la historia, pero a un día o dos antes de esta escena. En Génesis 43, vemos a los hermanos, ahora con Benjamín, que permanecen delante de José. Diez de ellos habían estado anteriormente allí y esta misma escena debía haber sido como un déjà vu para ellos. Solo Benjamín, con franca curiosidad, examinaba a ese hombre extraño del que había oído hablar tanto –¿y que hay de José?–
La descripción de los sentimientos de José es extremadamente intensa en hebreo. La Escritura dice que cuando José vio a Benjamín él se precipitó; porque en sus entrañas anhelaba a su hermano (כי-נכמרו רחמיו אל-אחיו) y buscó dónde llorar.[2] Esta es una de las fuertes, si no la más fuerte expresión en el Tanach para describir las emociones que impregnan a una persona amorosa y compasiva. Por ejemplo, cuando el Rey Salomón debía determinar quién era la madre del bebé, hizo como si el niño tuviese que ser dividido por la espada, se dice de la madre verdadera: Ella anhelaba compasión por su hijo[3] (נכמרו רחמיה אל-בניה). La palabra רחמיה/רחמיו puede ser traducida como “útero” (por eso se ha traducido como “corazón” o incluso “entrañas” –nuestra parte más profunda–), pero también por compasión, piedad o misericordia –y es la combinación de estas dos definiciones lo que describe ese profundo amor que vemos aquí–.
Ahora, intenta imaginar el desconcierto de estos hermanos cuando ese gobernador egipcio, justo en medio de la conversación, sin ninguna explicación y sin razón, da vueltas y pasos rápidos: José huyó. Los hermanos están a años luz lejos de saber la verdadera razón que impulsa a José a salir de la sala: él buscó donde llorar. Ninguno de ellos, incluyendo a Benjamín, tenía la más mínima idea de lo que sucedía en el corazón de este “altivo” señor. Ellos no ven la dolorosa escena que tú y yo vemos: y él entró en su habitación y allí lloró.[4] Ellos no sospechan qué sucede con José en el interior de sus aposentos, y por esa razón, la separación es realmente enorme, entre como ellos perciben las circunstancias, y lo que realmente pasa en lo oculto de la habitación. Más aún, ¿qué hace José antes de salir de sus aposentos? Todo lo opuesto a lo que nosotros esperaríamos, y probablemente lo que él profundamente desearía hacer: se lavó la cara para que no se viera su llanto –así no había señal alguna de su amor, y salió; y se reprimió a sí mismo…– (ויתאפק).[5] La palabra traducida como “retenerse a sí mismo” es la palabra hebrea להתאפק, que significa “retenerse o controlarse uno mismo”. Necesitamos recordar esta palabra “retenerse” –esas lágrimas de amor que José retuvo– mientras leemos en el comienzo del próximo capítulo: Y él mandó al mayordomo de su casa, diciendo… pon mi copa de plata en la boca del saco del más joven.[6] ¿Qué? ¿Por qué hizo eso?
De las clases de matemáticas en el colegio, recordamos que dos puntos pueden estar conectados por un número infinito de líneas pero solo una de ellas será recta. Esto es exactamente lo que vemos en nuestra historia. Un punto corresponde a lo que acabamos de leer: y él entró en su cámara y allí lloró. Entonces se lavó la cara y salió; y él se retuvo a sí mismo…( וַיִּ֙תְאַפַּ֔ק);[7] el otro punto es la conclusión de la historia: entonces José no pudo contenerse a sí mismo…( וְלֹֽא־יָכֹ֙ל יוֹסֵ֜ף לְהִתְאַפֵּ֗ק ) y estalló a llorar…[8] Estos dos puntos están conectados no por una, sino por dos líneas. Una línea visible, tortuosa –la decisiva situación revelada a los hermanos– que sigue a los sucesos observados durante el día: la emoción contenida; la orden de José de poner la copa en el saco de Benjamín; la salida de los hermanos; la parada y el registro; el retorno a la ciudad; la conversación con José; el discurso de Judá sacrificándose en beneficio de Benjamín; y finalmente, el llanto de José, sin contención alguna al revelar su identidad a sus hermanos. Sin embargo, hay una segunda línea, una que está oculta e invisible a los ojos, pero visible ante nosotros como lectores: la línea recta, conectada directamente desde el José quien llora en secreto en su intimidad, con el José que abiertamente llora con desconsuelo, y se revela con lágrimas ante sus hermanos. Aquí, las lágrimas de amor que anteriormente habían sido ocultadas en el primer punto, son reveladas en su completa extensión en el segundo punto, cuando José no pudo reprimirse por más tiempo.
Así, venimos a ser testigos del concienzudo y determinante propósito construido contradictoriamente entre estas dos líneas: entre lo que los participantes de esta historia ven, y lo que el lector conoce y ve. Además, descubrimos que el secreto tan celosamente oculto a los participantes de la historia, pero mostrado ahora ante nosotros por el Autor, es amor. José amaba a Benjamín pero hasta el final de la historia, este amor estaba oculto ante el mismísimo Benjamín, y también ante sus hermanos. Solo el lector, quien ha visto las lágrimas de José en su cámara, sabe sin ninguna sombra de duda que todo lo que sucedió a Benjamín es un testimonio de la elección especial y el amor especial que ha sido colocado en el centro de este plan. Solo el lector conoce que ambos, tanto José como su amor hacia su hermano, ha permanecido sin cambio alguno desde siempre: el José que causa el dolor de Benjamín al poner la copa en su saco, le ama no una fracción menos que el José que llora sobre su cuello. La única diferencia es que, antes de que José hubiese terminado su plan respecto a sus hermanos, tenía que reprimirse a sí mismo, conteniendo su profundo amor por Benjamín. José no podía revelar su identidad a sus hermanos hasta que su plan estuviese completado –hasta que el trabajo de Dios en sus corazones hubiese finalizado–. Así pues, esta historia revela el carácter del Amor de Dios como no hay otro igual.
Ahora podemos finalmente responder la pregunta de por qué Yeshua prohibió a la gente que dijesen a otros sobre Su identidad mesiánica. Revelar a los israelitas que Yeshua era el Mesías hubiera sido similar al mayordomo de José, que habiendo ido en busca de los hermanos y encontrado la copa en el saco de Benjamín, en ese punto, les hubiese dicho el cómo y el por qué la copa estaba allí. El plan completo de José se hubiese arruinado. La prueba creada por José no hubiese dado el efecto deseado ya que ni Benjamín ni sus hermanos conocían la verdad hasta ese momento. Igualmente, el plan del Señor era posible porque Israel desconocía este plan. Era necesario que Yeshua advirtiese la prohibición de decir Su identidad mesiánica. La historia del “robo” de Benjamín continuó durante unas horas; la historia de Israel siendo “enemigos por su causa” y “asesinos de Cristo”, ha durado unos dos mil años –inscritos en las páginas más sangrientas y espantosas de nuestra historia–.
Pero, ¿cómo finalizó esta historia de Benjamín? ¿Qué es lo que causó que al final José se identificase? Aquí, otra vez, regresamos al principio de la porción de la Torá (lo leeremos en este Sabbat, el primer Sabbat del 2017): Entonces Judá se acercó a él… En nuestro próximo (y probablemente el último) capítulo de esta serie, comentaremos sobre Judá. ¿Qué simboliza él y qué se perfila en todo este escenario? [9]
[1] Génesis 44:18
[2] Génesis 43:30
[3] 1 de Reyes 3:26; la NASB traduce esta frase como, ‘Estaba profundamente conmovida por su hijo’.
[4] Génesis 43:30
[5] Génesis 43:31
[6] Génesis 44:1-2
[7] Génesis 43:30-31
[8] Génesis 45:1-2
[9] El paralelismo entre la historia de José y Benjamín y el Plan de Dios para Israel, están expuestos en mi libro “If you are Son of God…” Puedes encontrar este libro (y mis otros libros) en mi página web: readjuliablum.com
PRECIOSO, me encantó, me gusta mucho leer, y las conclusiones que se han brindado son preciosas.-
Muchad gracias por este artículo, es sumamente interesante y edifican te, muchas bendiciones para ustedes.
Excelentes e interesantes todos los temas que e envìan por correo…. Me enriquecen en el conocimiento de la palabra cada dia…Mil gracias….. saludos desde Cali- Colombia.
Como siempre, estimada profesora, usted hace que las CONEXIONES, entre lo visible y lo invisible, entre el aparente «olvido» de Dios hacia uno, que no lo entendemos, y la consecuente acción positiva que nos llega tras el «olvido», es porque no podemos perder los circuitos que nos llevan a El: el estudio de la Sagrada Escritura, meditación, oración, dar y recibir sin egoismo, y para los cristianos, el camino, que es Jesus el Cristo, y tambien destaco que la energia clave es el Amor, lo cual nos hace conectarnos con el Creador y entre los hombres, con el corazon, lo que abre la mente y clarifica nuestras acciones.
Muchas gracias.
Me gusto , muchisimo tu articulo, muchas gracias por compartirlo, ma cautivo tu comentario y la conexion de las lineas, excelente
Muy buenas tardes:
Comentar sobre el párrafo final. Quiero ser empático con José, al menos intentarlo, y también hacer un paralelismo con la frase senadora de Jesús: «pero no lo comentes»
– Me da la impresión que José quiere retener a Benjamín, para que los hermanos vuelvan a por su padre y le traigan también a Egipto. Todos estaban encariñados con él, y el que más el padre. Era la forma de traer a todos.
– José además aprovecharía para mientras iban y venían, educar a su hermano, en un judaísmo no cerrado, sino abierto a los demás, Eso sí, guardando sus esencias.
– Jesús, el Mesías oculto, hace algo parecido a lo que hizo José, no digáis que soy el Mesias, aunque hayáis comprobado en vosotros mismos mis milagros, porque no ha llegado mi hora.
– ¿Qué necesitaba hacer Jesús?: lo mismo que José a su hermano Benjamín. Jesus quería formar a todos sus hermanos, que somos todos y cada uno de nosotros, en los VALORES del REINO.
– Significa no cerrarse en sí mismo como Pueblo elegido de Dios, porque ese título se iba a hacer extensivo a todos. Seguramente eso también le enseñó José a Bejamin.
Un abrazo
Rafa