Parashát Beshaláj: Dios Nunca Dice ¡uy!

Dios nunca dice ¡Uy!

Dado que nunca antes había escrito comentarios en estas páginas sobre las porciones de la Torá de Éxodo, ahora estoy asombrada con todas las ideas hebreas que puedo compartir con ustedes mis queridos lectores. He escogido algunas, esperando que en un futuro pueda compartir más.

Nuestra porción actual de la Torá, Beshaláj, es un gran ejemplo de tantos detalles magníficos que se pierden completamente en la traducción. Comencemos por la primera palabra, mientras que en Español leemos: «después de que Faraón dejara ir al pueblo»[1] (en el mejor de los casos, «cuando el Faraón dejó ir al pueblo») – en hebreo tenemos esta maravillosa construcción: Beshaláj (como siempre, nuestra porción de la Torá es nombrada después de esta primera palabra). ¿Qué significa Beshaláj? Es una construcción infinitiva, y la forma más cercana de traducirla sería: «enviando». No es que ellos ya se habían ido y entonces Dios se dio cuenta de que los había enviado por un camino equivocado y que había cambiado de opinión. No, mientras los enviaba, en medio del proceso, Dios sabía de ante mano todas las dificultades y desafíos que encontrarían por el camino y Él los estaba enviando de la misma manera que había escogido para ellos.

No es que vamos a algún lugar y entonces enfrentamos dificultades imprevistas y nos preguntamos si Dios lo sabía antes. ¿Quizá Él está tan sorprendido como nosotros? ¿Quizá ahora mismo Él está diciendo: «¡Uy! No quise decir eso. ¡No!» —y este es un mensaje de esta única palabra Beshaláj—: Cuando Dios nos envía, Él conoce el fin desde el mismo principio. Nosotros podríamos decir «¡Uy!» muchas veces porque somos muy buenos cometiendo errores y arrepintiéndonos de cosas que hemos hecho. Sin embargo, Dios nunca dice «¡Uy!» y esta es la belleza de las historias que leemos en la Biblia y lo hermoso de nuestras vidas.

¿El Mar del Fin?

¿Cuál fue el mar que cruzaron los israelitas cuando huyeron de Egipto? En hebreo se llama Yám Súf; tradicionalmente y durante muchos siglos se tradujo como Mar Rojo, probablemente después de la Septuaginta que había traducido Yám Súf como Erytra Thalassa al griego, o Mar Rojo. Las traducciones modernas, sin embargo, identificaron Yám Súf como Mar de Juncos, identificando lo que nosotros conocemos hoy como el Mar Rojo, localizado mucho más al Sur por el pueblo de Israel, al haberlo cruzado cuando siguieron su éxodo desde Egipto.

Por eso, el lugar geográficamente exacto del Yám Súf se mantiene como objeto de controversia. Aquí, sin embargo, me gustaría considerar la traducción del nombre. La palabra hebrea סוף (sámej-váv-pé) puede ser leída tanto súf como sóf, es decir, el Mar de Súf o el Mar de Sóf, según sea la vocalización de la váv. Sóf en hebreo significa «fin». Anteriormente en la primera tradición interpretativa judía, algunos leyeron la palabra como sóf y explicaron que fue llamada Yám Sóf porque fue el fin del mundo. A pesar de esta controversia anterior entre los comentaristas, queda claro que hoy la palabra se lee como súf.

Aún así, me gustaría contemplar la segunda opción —Yám Sóf—. Una vez más, el Mar de Sóf significaría el Mar del Fin. ¿El Mar del Fin? ¿Por qué tendría que ser el Mar del Fin? De hecho, fue el principio de su libertad, el principio de su viaje como pueblo escogido de Dios. ¿Por qué fue «el fin»? ¿Entonces qué fue concluido? Aquí encuentro un paralelo sorprendente: todos conocemos la situación, más de un milenio después, cuando las palabras «¡consumado es!» realmente marcaron el principio de la nueva era —el principio de la libertad—.

¿Se han preguntado alguna vez cómo se habrían sentido los discípulos de Jesús cuando escucharon a su rabino susurrar desde la cruz, con voz baja y débil: «¡Consumado es!».[2] Confundidos y aterrorizados, los discípulos estaban reunidos alrededor de la cruz, sin palabras, aturdidos por el horror y la incredulidad, presenciando la agonía de su rabino, con una entrecortada y desesperada respiración mientras captaban el pleno significado de: «¡Consumado es!». Sin duda, es fácil para nosotros comprender el verdadero significado de estas palabras —ahora que sabemos que se refirieron tan solo a su sacrificio por sangre, el cual fue completado, consumado, finalizado con su muerte; ahora que sabemos lo que estas palabras realmente señalaron, no el fin, sino lo contrario, el principio de una nueva era—. Es muy fácil para nosotros saberlo todo ahora, pero en aquel momento, aquellos que permanecieron alrededor de la cruz, viendo desesperadamente su horrible agonía y escuchando aquellas palabras como las últimas palabras de su rabino antes de su muerte, debieron haberles quitado el aliento desesperadamente mientras captaban el pleno significado de: «¡Consumado es!». Todas nuestras esperanzas se han ido. Se terminó. Supongo que hasta ese mismo momento todavía esperaban, todavía creían y confiaban en un milagro, no solo aquellos que se burlaron de Él, pero sus discípulos mucho más esperaron que descendiera de la cruz, se liberara a sí mismo y a todo Israel, y probara que  efectivamente era el Hijo de Dios. Ellos habían esperado y creído hasta el último momento. Sin embargo, no solo no sucedió, sino que Él mismo dijo que todo había sido consumado. Asombrados, siguieron mirándose el uno al otro: ¿has escuchado eso? Él mismo lo ha dicho —estas fueron sus últimas palabras—: «¡Consumado es!». Todo lo que esperábamos, todo lo que creíamos, todo se acabó. No hay nada más que esperar, nada más que aguardar. No solo nuestro rabino y maestro fue tomado y crucificado, no solo tuvo una muerte cruel, horrible y humillante en la cruz romana, sino que antes de morir aseguró que sabríamos que —¡consumado es!—.

Por eso, no me sorprendería si el nombre del mar que cruzó el pueblo de Israel se llamase efectivamente el «Mar del Fin». Por un instante, los israelitas pensaron que era el fin de su viaje con Moisés —tal como pensaron los discípulos que era el fin de su viaje con Jesús—. En ambos casos, no era el fin, sino el principio; en ambos casos Dios marcó claramente el límite entre las esperanzas y sueños humanos frustrados —y su poder milagroso en acción—. En su misericordia y con sus brazos extendidos, Dios viene a nuestro encuentro cuando llegamos al fin de nosotros mismos, y en este sentido, ¿no sería el «Mar del Fin» el nombre más apropiado para ese mar?

[1] Éxodo 13:17.

[2] Juan 19:30.

Me gustaría recordarles, queridos amigos, que eTeacher ofrece un magnífico curso donde pueden aprender comentarios de la Parashát Shavúa junto con interpretaciones del Nuevo Testamento. Como siempre, son bienvenidos en contactarme para recibir más información.

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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