Estimados lectores, cada vez que utilizo la técnica PARDES, aplicándola a un texto en particular de la Escritura, siempre tiemblo de emoción y ansiedad cuando alcanzo el nivel final –SOD–, secreto o misterio. Hasta ahora nunca me he sentido defraudada: de hecho las cosas que son reveladas en este nivel han sido alucinantes para mí. Así que, ¿cuál es el SOD? ¿Cuál es el misterio del extraño episodio egipcio que hemos estado comentando durante estas últimas semanas? ¿Por qué sucedió este episodio? –y aún más importante–, si sucedió, ¿por qué fue registrado en la Escritura? ¿Cuál es el mensaje secreto que se nos esconde en este texto?
QUE INICIE EL VIAJE
Sabemos que Abraham era un hombre de fe y obediencia: amaba a Dios con todo su corazón, tenía gran fe y había probado muchas veces su fe siendo completamente obediente y sin reservas. Y aún así, tal como vemos en el episodio egipcio, también amaba su propia vida y temía por ella, su amor a Dios fue incluso mayor que el amor a su propia vida. Es por esta razón que aún podía obedecer a Dios, completamente y sin reservas, incluso cuando su obediencia implicaba incertidumbre y riesgo. Dios llamó a Abraham su amigo –y esta amistad, esta relación, comenzó con un encuentro personal en Génesis 12–. Abraham encontró a Dios –y desde entonces, fue creciendo como “el amigo de Dios”–.
Pero, ¿qué hay de Sarah? Sarah no escuchó el Lech Lecha. Ella no tuvo el mismo encuentro personal con Dios como tuvo su marido. ¿Han pensado alguna vez en lo que ella debió haber pasado cuando su marido (que ya no era tan joven), de repente decidió marcharse? –y ni siquiera estaba seguro adónde estaban yendo–. Por supuesto, como una esposa amorosa y obediente, ella le siguió –aún así la diferencia entre estos viajes es muy importante–: Si la partida de Abraham hacia Canaán estaba fundada en su amor y obediencia a Dios, la marcha de Sarah hacia Canaán estaba basada en el amor y obediencia a su marido.
No sabemos mucho de ella en estos primeros capítulos de la saga de Abraham; de hecho, la primera vez que la encontramos, ella le pide a su marido que se llegue a [1] Agar. Antes de eso, ella ha permanecido completamente en silencio –silenciosa y obediente– quizá demasiado silenciosa y obediente. Un lector atento no puede perderse el hecho de que ella viajó más en esos primeros capítulos que cualquier esposa normalmente estaría de acuerdo en hacer (a menos que ella tenga razones especiales para estar de acuerdo). No solo fue a Canaán, sino que en Canaán vemos a Abraham vagando sin fin por toda esa Tierra, y es evidente que su esposa le siguió a todas partes:
Y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem…
Luego se pasó de allí a un monte al oriente de Bet-el…
Y Abram partió de allí, caminando y yendo hacia el Neguev.
Eventualmente, después de vagar por la Tierra, ellos llegan a Egipto:
…y descendió Abram a Egipto.
¿Por qué ella estuvo tan silenciosa? ¿Por qué Sarah ni siquiera cuestionó o discutió las decisiones de Abraham (al menos la Escritura no menciona que ella lo hiciese). ¿Por qué no sabemos nada de ella en estos capítulos?
UN PUNTO DOLOROSO
Vamos a tocar ahora un punto doloroso para Sarah –un punto doloroso que durante años le había estado causando dolor–. Durante la mayor parte de su vida, Sarah vivió con un terrible dolor en su corazón. ¿Se han dado cuenta de que la primera cosa que sabemos de Sarah es el hecho de que era estéril?: “Mas Sarai era estéril, y no tenía hijo”.[2] Este corto mensaje (repetido dos veces) ocurre en Génesis 11, incluso antes de Lech Lecha y habla muy alto: para una mujer casada, ser estéril en aquellos tiempos era una calamidad terrible, y a los ojos de cualquiera, una clara señal del desagrado de Dios (o dioses). Significaba que el dolor de la vergüenza, la incapacidad, y culpabilidad era algo con lo que Sarah había vivido, y sin duda había batallado durante muchos, muchos años, desde los primeros años de su larga vida de matrimonio.
Ahora quizá podamos entender por qué ella estaba tan callada: aún cuando una mujer normal en aquella sociedad se suponía que no debía ser escuchada, cuánto más, una mujer humillada por su “infertilidad” debía permanecer en silencio y obediencia. Y Sarah desde luego era silenciosa y obediente. Ella continuó siguiendo a su marido, no solo a pesar de la obediencia, sino también a pesar de la vergüenza y culpabilidad. Es interesante que la palabra hebrea עֲקָרָה (akarah) “estéril” –no solo está conectada con palabras como “infructuoso”, sino también con “sustituido”, “destruido” y “desarraigado”–. La antigua lógica lingüística es como sigue: “Si una mujer no tiene hijos, no tiene raíces, y por lo tanto, tiene una sensación de desplazamiento”.[3]
EGIPTO
Si nos quedamos perplejos por la conducta de Abraham en el “episodio egipcio”, nos quedaríamos más asombrados respecto a Sarah. ¿Qué sucedió entre marido y mujer durante el camino? ¿Cómo reaccionó ella ante lo sugerido por Abraham (aunque probablemente ella ya lo había escuchado antes)?[4] ¿Se ofendió? ¿Se disgustó, enloqueció, se decepcionó? Sean cuales sean sus emociones, sean cuales sean las tormentas que sacudieron su corazón, externamente ella permaneció en absoluto silencio –no escuchamos nada de ella a través de toda la historia–.
Todo sucedió exactamente tal como Abraham había planeado: “y fue llevada la mujer a casa de Faraón. E hizo bien a Abram por causa de ella».[5] ¿Pueden imaginarlo? No solo el marido no consiguió protegerla, sino que él realmente la utilizó para salvarse y para hacerse rico. Esto sería una terrible ofensa para cualquier mujer –y creo que también debe haber sido una increíble ofensa para Sarah–.
Y entonces, Dios mismo hizo lo que el marido no hizo. Dios mismo salvó a Sarah de Faraón. La Escritura no nos dice exactamente lo que sucedió allí, exactamente cómo percibió Faraón que «todas aquellas plagas grandes fueron por causa de Sarah, la mujer de Abram». Después de todo no es tan importante. Sin embargo, lo que es importante es que en Egipto, fuera de su miseria egipcia, cuando el propio Dios intercedió por ella, la propia fe de Sarah nació. Cuando ella siguió a Abraham en el capítulo 12, ella actuaba como una esposa obediente (más aún, ya que se sentía culpable, humillada y avergonzada por su infertilidad) pero en Egipto, por primera vez en su vida, ella tuvo un encuentro personal con Dios. Ella experimentó de primera mano, la verdad de que Dios mismo, protege a aquellos que se encuentran humanamente desprotegidos, que “Jehová es el que hace justicia y derecho a todos los que padecen violencia”.[6] Él mismo la salvó, y la gratitud, la abrumadora sensación de seguridad y protección y el profundo conocimiento interno de que ella podría siempre confiar en Él, se quedaría siempre con ella. A partir de ese momento en Egipto, ella supo que podía confiar completamente en Dios. Su marido podría fallarle, tal como sucedió en Egipto, pero el Señor nunca le fallaría. Por eso es que más adelante pudo decirle a Abraham: “juzgue Jehová entre tú y yo”[7] –porque ella sabía que siempre podía confiar en Él–.
Creo que a partir de ese momento, Dios se convierte en la principal pasión de vida de Sarah –y su viaje también se convirtió en un viaje de fe–. Y, para mí, este es el SOD de este episodio egipcio –no es tan solo un viaje de fe que empieza en Génesis 12, sino dos–: mientras que el viaje de Abraham comienza a partir con Lech Lecha, el viaje de Sarah empieza en Egipto. “Ahora creemos no por lo que tú has dicho, sino por lo que nosotros mismos hemos escuchado y sabemos»…
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[1] Génesis 16:2
[2] Génesis 11:30
[3] DHB-Torah, Unit 12, slide 18
[4] Mira Génesis 20:13
[5] Génesis 12:14-16
[6] Salmo 103:6
[7] Génesis 16:5
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