PorciÓn De La TorÁ En La Actualidad: Lech Lecha

EL NAVEGADOR DE DIOS

El famoso capítulo 12 del libro de Génesis, donde inicia nuestra porción de hoy, abre con las palabras de Dios a Abraham:

Pero Jehová había dicho a Abram:
“Vete de tu tierra y de tu parentela,
y de la casa de tu padre,
a la tierra que te mostraré.
Y haré de ti una nación grande,
y te bendeciré,
y engrandeceré tu nombre,
y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren,
y a los que te maldijeren maldeciré;
y serán benditas en ti todas las familias de la tierra
”.[1]

Cuando tratas de localizar un objeto en algún dispositivo de navegación, ves un punto rojo intermitente en la pequeña pantalla. Por lo genetal, estás interesado en la “vista de la calle”, pero también puedes reducir el zoom de la vista de la calle a la vista de la ciudad, a la vista del estado, a la vista nacional, y finalmente, a la vista del mundo. Aún observarás el mismo punto rojo intermitente, pero ahora situado en el mapa de una ciudad, de un país, o en el mapa de todo el mundo. Algo similar está sucediendo aquí. Mientras leemos los tres primeros versículos de este capítulo, podemos ver a Dios alejarse de la casa donde vive una familia en particular. A medida que se aleja, vemos que los descendientes de esta familia se convierten en una gran nación, y luego vemos la visión del mundo, donde esta familia ha llegado a todas las familias de la tierra.

El versículo 1 inicia con un hombre en particular, Abraham, parado en una calle particular de Harán, cerca de una casa en particular, —la casa de su padre, a la que ahora se le ordena dejarla—: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”.

El siguiente versículo se aproxima al nivel nacional. De repente, vemos a la familia de Abraham transformarse en una “nación grande” con “un nombre grande”. La bendición de Dios es prometida a esta nación, y la propia nación es prometida de ser una bendición. Este es el segundo paso en el plan de Dios: “Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición”.

Y luego, finalmente, el zoom de Dios se mueve a la vista del mundo y vemos el mismo punto rojo, parpadeando en contraste con el mapa de todo el mundo ahora. El mismo hombre que vimos en la “vista de la calle” parado en las calles estrechas de Harán, y luego en la “vista nacional” como el padre de una gran nación, ahora vemos en la “vista del mundo”, cuando Abraham se convierte en el Padre de muchas naciones.

Bendeciré a los que te bendijeren,
y a los que te maldijeren maldeciré;
y serán benditas en ti todas las familias de la tierra
”.

Esta promesa de Dios a Abraham es muy famosa, muchas personas conocen estas palabras de memoria. Sin embargo, la verdadera fuerza de esta promesa, —que “y a los que te maldijeren” a su vez “los maldeciré” se pierde en la traducción—. La palabra para “los que te maldijeren” מְקַלֶּלְךָ (mekalelcha) se deriva de la raíz קל (luz- a diferencia de pesado). La segunda palabra traducida como “los maldeciré”, אָאֹר (aor) proviene de una raíz completamente diferente que significa algo como “destruir por completo”. Al tomar en consideración estos puntos de vista del hebreo, la traducción de “y a los que te maldijeren maldeciré” puede presentarse como: “Destruiré por completo a quien te toma ligeramente”.

Sabemos que todo lo que Dios prometió ese día a Abraham, lo cumplió literalmente. Él hizo que Abraham se convirtiera en una gran nación y esta nación se ha convertido en una bendición para todas las familias de la tierra. Sin embargo, trata de imaginar estas mismas palabras cuando Abraham las escuchó hace 3000 años, cuando nada de esto había sucedido aún: ¿Quién habría creído estas magníficas promesas? Frecuentemente me pregunto de dónde consiguió este hombre su fe —esa fe absolutamente única que lo hizo confiar en el Señor y creer en Sus palabras, incluso cuando parecían extremadamente complicadas, dolorosas e ilógicas—. ¿Y fue en realidad el primero en escuchar esas palabras? Porque para mí, no son las palabras de Dios las que hacen que esta historia sea especial; sino cómo Abraham respondió a ellas.

 

MUCHOS SON LLAMADOS, PERO POCOS ESCOGIDOS

Déjame explicarte lo que quiero decir. En el versículo 5 leemos: “Tomó, pues, Abram a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron».[2] Como respuesta al llamado de Dios, Abraham salió para ir a la tierra de Canaán —y luego llegó a la tierra de Canaán—. Al parecer, nada podría ser más obvio y evidente: ¿no hace falta decir que cuando la gente inicia un viaje, tiene la intención de terminar este viaje y llegar al lugar al cuál se dirigía? Sin embargo, solo unos pocos versículos antes, al final del capítulo anterior, leemos:

Y tomó Taré a Abram su hijo, y a Lot hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram su hijo, y salió con ellos de Ur de los caldeos, para ir a la tierra de Canaán; y vinieron hasta Harán, y se quedaron allí”.[3]

Aunque el inicio de este pasaje es absolutamente el mismo (al menos en hebreo): ellos salieron para ir a la tierra de Canaán —termina de una manera completamente diferente—. El padre de Abraham, Taré, también comenzó a ir a la tierra de Canaán, sin embargo, nunca completó su viaje. Nunca llegó.

¿Por qué Taré comenzó a dirigirse a Canaán, en primer lugar? Tal vez, antes de que Dios le hablara a Abraham, Él le había hablado a su padre; de lo contrario, ¿por qué Taré dejaría a Ur cómodo y comenzaría a ir a Canaán? Sabemos que Taré no adoraba al único Dios verdadero: Así dice Jehová, Dios de Israel: Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré,padre de Abraham y de Nacor; y servían a dioses extraños”.[4] De ninguna manera esto significa, sin embargo, que Taré nunca había escuchado hablar sobre el Dios verdadero, o incluso que nunca había escuchado hablar del Dios verdadero. Tal vez el primer lech-lecha —véte— fue en realidad hablado a Taré; tal vez fue Taré quien se suponía haber llegado a ser el padre de las naciones. Sin embargo, “muchos son llamados, y pocos escogidos.[5] Todos anhelamos escuchar Su voz; todos deseamos tener un encuentro divino, pero no nos equivoquemos: no es el encuentro divino lo que define nuestro destino, sino lo que hacemos después de este encuentro. No es lo que Él nos dice lo que nos define, es cómo respondemos a lo que Él dice. No es suficiente con ser llamado, uno debe permanecer fiel a ese llamado. En este sentido, el versículo corto sobre Abrahamy salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegarones mucho más que un simple comentario técnico. La descripción bíblica del personaje de Abraham comienza aquí: no solo se propuso a hacer lo que se le pidió y se le ordenó que hiciera —sino que en realidad lo completó—. Si Taré fue llamado por Dios —y creo que fue llamado— él respondió al llamado de Dios al iniciar a hacer lo que estaba llamado a hacer, pero nunca lo terminó. Abraham fue llamado por Dios, sabemos que lo fue, y el respondió al llamado de Dios, no solo comenzó, sino completó y logró todo lo que estaba llamado a hacer. De esto se trata la fe, y no sorprende que Abraham y su padre terminaran tan diferente; Abraham se convirtió en padre de pueblo y de pueblos, mientras que las Escrituras nos nos dicen prácticamente nada sobre Taré, excepto el hecho de que fue descendiente de Sem y padre de Abraham. Esto es una ley espiritual de la que todos deberíamos estar conscientes: elegimos nuestro destino por la manera en que respondemos al llamado de Dios.

 

ENTRE LA CASA DE DIOS Y EL MONTE DE RUINAS

En el comienzo del capítulo 12, Abraham está dispuesto y es capaz de dejar todo y a todos atrás para obedecer a Dios. Solo unos versículos después, el mismo hombre que acaba de cometer un acto de increíble coraje muestra una increíble debilidad: va a Egipto para escapar del hambre y miente sobre su esposa para salvar su vida. No se nos dice si este pequeño viaje fue aprobado por el Señor, en primer lugar. En el capítulo 26, Dios le dice explícitamente a Isaac que no vaya a Egipto; en el capítulo 46, Dios le dice explícitamente a Jacob que vaya a Egipto. Sin embargo, en este caso Dios no dijo nada. ¿Debió haber ido Abraham a Egipto? Humanamente hablando, era algo muy natural y comprensible de hacer: Egipto tenía el río Nilo con su delta, por lo tanto, siempre era más fértil y siempre había más comida en Egipto que en la tierra de Canaán. ¿Pero qué pasa con la voluntad de Dios? ¿Por qué fue Abraham? ¿Y qué hay de su mentira?

En primer lugar, en la tradición judía, el viaje de Abraham a Egipto anuncia el futuro exilio egipcio, y su salida de Egipto anuncia la historia del éxodo de Israel. Existen varios paralelismos —probablemente intencionales— entre la historia de Abram en Génesis 12 y la historia de Éxodo: el faraón y su familia fueron afligidos con plagas —similar a la historia de Éxodo—; la familia de Abram dejó Egipto con mucha riqueza, así como los hijos de Israel eran ricos con los bienes materiales que tomaron de sus vecinos egipcios. En ambas historias, solo los hombres están en peligro, en ambas historias, el faraón los está enviando y ellos se están yendo “con gran riqueza”. Entonces, en la tradición judía, la historia de la estancia de Abraham y Sara en Egipto anuncia el futuro exilio y éxodo egipcio —y todos estos paralelismos hablaron poderosamente al primer y principal público del libro de Génesis, la generación del éxodo—:  si Dios era fiel a su patriarca, Él sería también fiel a ellos.

Sin embargo, si hablamos del viaje personal de Abraham, este hecho de ir a Egipto y mentir sobre su esposa expuso la debilidad de Abraham que definitivamente debía ser tratada. Podemos verlo claramente solo en el texto hebreo: después de su experiencia egipcia lo encontramos “entre Bet-el y Hai”[6]: entre la “Casa de Dios”…[7] y “Monte de Ruinas”[8]. Sin embargo parece que esta falta de confianza se convirtió en parte del proceso de transformación: tal vez, Abraham nunca alcanzaría esas alturas de obediencia y confianza en el Señor si no pasara por su dolorosa experiencia del “montón de ruinas”.

 

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[1] Génesis 12:1-3

[2] Génesis 12:5

[3] Génesis 11:31

[4] Josué 24:2

[5] Mateo 22:14

[6] Génesis 13:3

[7] Bet-el = «Casa de Dios»

[8] Ai o Hai = «Monte de Ruinas»

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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