Porción De La Torá En Tiempo Actual: Kí Tissá

El misterio

Ya sé que estamos a mitad de nuestra serie «Comienzos», y espero realmente que todos mis lectores estén ansiosos por leer el próximo artículo de esta serie —pero como hice una pausa para el artículo de Purím—, me tomaré la libertad de seguir con esta pausa y enviar un comentario sobre la porción actual de la Torá Kí Tissá, una de mis porciones favoritas de la Torá. Aquí hay muchos detalles sorprendentes por descubrir, sin embargo, me gustaría hablar particularmente sobre una sorprendente historia en esta porción que ha estado hablando a mi corazón durante años. Creo que nos referimos a un gran misterio —no solo respecto a Israel—, sino también respecto a cada uno de nosotros.

El Capítulo 33 de Éxodo describe eventos que sucedieron justo después del terrible pecado de Israel —el pecado del becerro de oro y las tablas rotas por Moisés—. Al final del capítulo anterior, vimos a Moisés intercediendo por el pueblo y siendo capaz de persuadir a Dios para que perdonara a Israel. Esta «intercesión» evitó que la mano de Dios consumiera a la nación con su ira. Tal como Juan Crisóstomo dijo: «Un hombre, Moisés, obtiene de Dios el perdón para seiscientos mil hombres armados».[1]

Entonces, Moisés recibe la confirmación de Dios: Sí, Él permite a Moisés seguir con su misión de liderar al pueblo de Israel hasta la tierra prometida. Sin embargo, en las palabras de Dios, todavía podemos escuchar el eco de su ira. Mientras ordena a Moisés y a Israel partir hacia la tierra, les dice: «Ve a la tierra que fluye con leche y miel; pero no iré con ustedes, no sea que los consuma por el camino, porque son un pueblo de cuello rígido».[2]

Suena como una confirmación absoluta y definitiva, completamente clara y esperada, completamente justa después del terrible pecado que el pueblo de Israel acababa de cometer. Esta porción de la Torá trata efectivamente sobre todo esto —sobre la santidad de Dios y sobre cómo Él y Su presencia no pueden bajo ningún concepto— habitar con un hombre pecador: «…No iré con ustedes»

Sin embargo, solo unos versículos después leemos: «y Él dijo: “Mi presencia irá con ustedes y les daré descanso”».[3] ¿Cómo puede esto ser posible? ¿Irá con Israel o no irá? Y si es así, ¿cómo podemos explicar esta aparente contradicción y este repentino cambio en Su decisión?

Este es el profundo misterio que encontramos en esta porción de la Torá —y en todo este libro—: no nos habla solo de la santidad de Dios, sino también de la misericordia de Dios. Su santidad es tal que no puede habitar ni puede ir con su pueblo pecador y pecaminoso, aún así, Él elige habitar y caminar con Su pueblo, porque tal es Su misericordia. Solo piensa en esto: cada uno de nosotros conoce miles de razones por las que el Señor podría y debería decirnos: «No iré con ustedes, no sea que los consuma por el camino, porque son un pueblo de cuello rígido». Cada uno de nosotros merece completamente estas palabras, cada uno de nosotros merece completamente el rechazo de Dios de ir con nosotros —y cada uno de nosotros es consciente de esto—. Aún así, más que cualquier cosa en el mundo, cada uno de nosotros ansía escuchar esta hermosa verdad: «Mi presencia irá con ustedes y les daré descanso» —y lo más maravilloso es que, desde luego, es lo que nos está diciendo. Esta es su asombrosa promesa para cada uno de nosotros —el incomprensible misterio de Su misericordia—. Somos de cuello rígido, no nos merecemos Su amor, Su misericordia, Su presencia —y a pesar de ello, Él va con nosotros y nos da descanso—.

Málaj Panáv

Así pues, al final ¿quién fue con Israel? En algunas traducciones encontramos la misma redacción en ambos lugares, en Éxodo 33:3 y en Éxodo 33:14: «Yo no iré», «Yo mismo iré». Pero en hebreo es diferente; el versículo 14 literalmente dice: «Mi rostro irá contigo».Si recordamos que antes de esto, el Señor prometió enviar a su Ángel (Éxodo 33:2) entonces, llegamos al Ángel de Su Rostro, o Presencia —Málaj Panáv—.

¿Quién es este ángel especial, Málaj Panáv? Este nombre se encuentra por completo en otro lugar, Isaías 63:9 «en toda su aflicción, él fue afligido, y el ángel de su presencia (Málaj Panáv) los salvó: en su amor y en su pena los redimió; los desnudó, y los llevó todos los días de antaño». Sin embargo, de vez en cuando, en las Escrituras vemos a este ángel especial que habla en nombre de Dios, habla en primera persona como si fuese Dios —quien a veces se presenta ante las personas en forma de hombre—, y después de estos encuentros, las personas se dan cuenta que han visto a Dios,  y así sus vidas se han salvado. Lo vemos en Génesis 18, cuando se aparece a Abraham, y en Génesis 22, parando a Abraham en el Monte Moriá, luchando con Jacob en Peniel, hablando con Gedeón y teniendo un encuentro con Manoa, el padre de Sansón, y en otros lugares. Históricamente la tradición cristiana ha entendido en gran medida que este ángel es la pre-encarnación del Señor Jesús, mientras que el judaísmo rabínico lo ha nombrado con el nombre judeo-griego «Metatrón» מטטרון (Metatrón) que significa algo como «Aquel que está al lado del trono» (formado por dos palabras griegas μετὰ (meta) y θρóνος (thronos).

Aquí en Éxodo 33 también lo encontramos: ¡el rostro o presencia de Dios va con Israel!  Esto es algo que necesitamos recordar: esta maravillosa promesa de Su misericordia le fue dada por primera vez a Israel. Desafortunadamente, muy a menudo, no solo nuestros enemigos, sino también nuestros amigos, y a veces nosotros mismos, vemos a nuestro pueblo como si estuviera completamente olvidado por Dios, como si caminara solo a través del vasto desierto de pruebas y pesares —como aquellos a quien Dios dijo—: «No iré con ustedes…» Desde luego, estas fueron sus palabras para nosotros; pero también nos prometió: «Mi presencia irá con ustedes y les daré descanso» —y esta es la parte más importante—. Desde entonces, Su Presencia ha estado yendo con Israel por doquier —y ¿te das cuenta de lo que realmente significa? — Todos estos siglos, a través de todo el dolor y el sufrimiento por el que hemos pasado —persecuciones, guetos, campos de concentración— en todos esos horribles momentos (semanas, meses o años) de completa soledad y miseria, cuando todo el mundo, incluidos nosotros mismos, parecíamos estar completamente abandonados, en realidad no estábamos solos, el Señor ha estado caminando con nosotros. «En toda su aflicción, él fue afligido, y el ángel de su presencia (Málaj Panáv) los salvó».

Extractos de mi libro sobre el Mesías Oculto («As Though Hiding His Face») están incluídos en este artículo, así que si te gustó el artículo, también podrías disfrutar del libro. Puedes acceder a través de mi página: http://blog.israelbiblicastudies.com/julia-blum/

 

[1] St. c John Chrysostom , Hom. III, 40.

[2] Éxodo 33:3.

[3] Éxodo 33:14.

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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