¿qué Nos Perdimos?

Hoy vamos a hablar sobre una de las porciones más enriquecedoras de toda la Torá —Va-Yerá y él apareció» Génesis 18:1-22:24)—. Hay muchas cosas que suceden en esta porción las cuales podríamos debatir sin parar, por eso una vez más, debo ponerme freno a mí misma. Hace años escribí un libro basado en los eventos de estos capítulos —pero aún después de este libro, siento que todavía hay mucho más de lo que se puede decir aquí—. En mi libro miré los eventos de esta porción a través de los ojos de un padre (el libro se titula: «Abraham had two sons»). Hoy quiero intentar mirar estos eventos a través de los ojos de una madre.

La anunciación

Primero que todo, Va-Yerá debería ser de especial interés para los lectores del Nuevo Testamento porque la estructura de esta porción es paralela a la estructura del Evangelio de Lucas: empieza con la anunciación divina del nacimiento milagroso del hijo de la promesa y termina con la Aqedát Itzják, el sacrificio de este hijo (en las Escrituras llamado como «el hijo unigénito»).

Génesis 18 empieza con una escena interesantísima, donde Dios llega a Abraham en la forma de tres huéspedes celestiales. Uno de los principales objetivos de esta visita fue la anunciación —el anuncio del nacimiento milagroso de Isaac—. Vemos un anuncio similar en el Evangelio de Lucas: el ángel Gabriel se le aparece a María y le cuenta sobre el nacimiento milagroso de su hijo. El Evangelio de Lucas (y de los otros Evangelios) finaliza con el sacrificio de Jesús, con la crucifixión y resurrección de Jesús. En este sentido, el punto inicial y final de nuestra porción de hoy, y el punto inicial y final del Evangelio de Lucas son muy similares.

Un análisis más profundo de ambas historias revela algunas similitudes adicionales entre ellas. Primero que todo, es digno mencionar el hecho de que ambos, Isaac y Jesús fueran nombrados antes de su nacimiento. En el capítulo anterior, en Génesis 17 se le dijo a  Abraham que Sarah iba a tener un hijo y que le pondrían por nombre Isaac. Sucede lo mismo con Jesús; en el Evangelio de Lucas, el ángel no solo revela su nombre a María, sino también en el Evangelio de Mateo, el ángel le dice a José: «llamarás su nombre Jesús porque Él salvará s su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21).

Es muy interesante comparar a las dos mujeres. Tanto a Sara como a María, el milagro les pareció increíble e imposible —desde luego, sobrepasaba todo entendimiento e imaginación humana—. Por lo tanto, su primera reacción fue de incredulidad y duda. En Génesis 18 cuando el Señor anunció el nacimiento de Isaac, Sara se rió con aquella famosa risa como para sus adentros:

«Por lo tanto Sara se rio para sus adentros, diciendo: “Después de que haya envejecido, ¿tendré deleite, siendo mi señor también anciano?”».[1]

Cuando el ángel anunció el nacimiento de Jesús, «entonces María dijo al ángel: “¿Cómo será esto?, pues no conozco a hombre”».[2]

Aún así, ellas dos actuaron con fe y obediencia —y la historia de la humanidad fue cambiada por la fe y la obediencia de ambas mujeres—.

¿Qué vio Sara?

Como en el caso de Jesús, casi no sabemos nada de la infancia de Isaac ni de su juventud, sin embargo, tenemos una escena remarcable en Génesis 21 que viene a ser clave en la historia de «Isaac e Ismael». Cuando tenía como dos o tres años, Isaac acababa de ser destetado y se celebró una gran fiesta para la ocasión. Probablemente durante la fiesta, o durante ese tiempo, Sara ve a Ismael, ahora un adolescente de 16-17 años haciendo algo: «Y Sara vio al hijo de Agar la egipcia… burlándose». Ella se enfureció e inmediatamente le dijo a Abraham: «Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con mi hijo Isaac».[3]  ¿Por qué? ¿Qué vio Sara?

La palabra hebrea metzajék, usada en este versículo, tiene varios significados, y nadie sabe exactamente qué significa aquí. Algunos comentaristas sugieren una connotación sexual. Después de todo, esta es la misma palabra que encontramos en Génesis 26, donde se refiere a Isaac y a Rebeca, y sin lugar a dudas tiene una connotación sexual: «Isaac se estaba divirtiendo (metzajék) con Rebeca su mujer».[4]  ¿Tiene el mismo significado aquí? ¿Ismael estaba molestando sexualmente a Isaac? ¿Y fue por este abuso sexual que Sara se enfureció? Aún así, basándose en este mismo texto, tampoco está claro que Ismael estuviese interactuando con Isaac cuando Sara lo vio —Isaac ni siquiera es mencionado en esta frase—. Entonces,, ¿qué vio Sara y por qué su reacción fue tan turbulenta? Y una pregunta aún más importante: ¿Por qué Dios apoyó a Sara?

¿Por qué Dios apoyó a Sara? ¿Por qué estuvo Él detrás de lo que parecía ser una reacción exagerada de una madre enfurecida y celosa? Sara pudo haber cometido un error; sabemos que había cometido errores anteriormente. Podríamos estar aliviados si toda la situación pudiese ser explicada solamente como una reacción exagerada de Sara: es casi aterrador descubrir cuán fácil y rápido perdemos nuestra paz interior cuando se trata de nuestros hijos. Imagino que si Abraham hubiera pensado que esta terrible petición solo fue una reacción exagerada de Sara, él no hubiera estado tan perturbado. Sin embargo, para gran sorpresa y disgusto de Abraham, Dios apoyó completamente a Sara en su petición. ¿Por qué?

Volvamos al hebreo en busca de una respuesta. Si conocen las letras hebreas, reconocerán  que la palabra metzajék: מצחק, tiene la misma raíz que Itzják: יצחק. Por lo tanto, puede leerse como un verbo formado de la raíz «Isaac». Sara vio que Ismael estaba «Isaaqueando» —o lo que sea—. Ismael probablemente estaba intentando tomar el lugar de Isaac —quizá en la familia de Abraham, quizá en el plan de Dios, quizá en ambos—. En mi opinión, esto es inesperado y solo puede percibirse una explicación visible en hebreo, no solo por la reacción furiosa de Sara, sino también por el mandato de Dios de expulsar a Ismael del campamento de Abraham.

A parte de lo que Sara vio, Ismael era hijo natural, creado por el hombre, a diferencia de Isaac, quien era hijo de un milagro, concebido y nacido de forma totalmente sobrenatural. Ismael estaba «Isaaqueando», intentando ocupar el lugar de Isaac y si los muchachos hubieran continuado juntos, nada del plan de Dios hubiera salido al hacer de su propio pueblo especial parte de la familia de Abraham. Dios quiso separar al hijo que nació, «no de sangre ni por voluntad de la carne, ni de hombre, sino de Dios», el hijo que nació de forma natural y estaba destinado a ser parte de un mundo natural. Para que Isaac creciese en el pacto de Dios, debía ser separado de Ismael, por lo tanto, Ismael «tenía» que ser enviado lejos. De alguna manera, Sara, en su amor por Dios, lo comprendió así. Por más emocionalmente involucrada que estuviera Sara en esta historia, parece que aún no estaba actuando solo por sus emociones, sino también por su don profético (como sucede otra vez, unos capítulos después en la historia de Esaú y Jacob, donde fue Rebeca, no Isaac, quien comprendió el plan y el corazón de Dios). Aunque su reacción fue emocional y exageradamente evidente, el plan de Dios fue separar a Isaac de Ismael y guiarlos hacia destinos completamente distintos.

El sacrificio

Avanzamos unos años y llegamos a una de las historias más extrañas de las Escrituras hebreas: Aqedát Itzják, el sacrificio de Isaac. Para la mayoría de cristianos, en esta escena Isaac es visto como un prototipo de Jesús, y Abraham, al prepararse para sacrificar a su hijo amado Isaac, viene a ser la figura del Padre preparándose para sacrificar a su Hijo por el mundo:

«Entonces Él dijo: “Toma a tu hijo, tu único hijo Isaac a quien amas, y ve a tierra de Moriá, y ofrécelo allí como ofrenda quemada en una de las montañas que yo te mostraré”».[5]

«Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna».[6]

Desde una perspectiva del Nuevo Testamento, este paralelo está muy claro: el padre estaba dispuesto a sacrificar a su único hijo; el hijo es obediente y está dispuesto a ofrecer su vida. Hay algo adicional aquí que un lector cristiano puede aprender de la tradición judía —¿algo que se haya perdido?—.

En la tradición cristiana siempre se ha descrito a Isaac como un niño o un adolescente, y su obediencia se percibe como la obediencia de un niño a su padre. Gracias a esta simple frase: יֵּלְכוּ שְׁנֵיהֶם יַחְדָּו  «y los dos caminaban juntos» —podemos vislumbrar una extraordinaria unión entre el padre y el hijo—. Sabemos que, mientras Abraham sabía muy bien la razón para subir a la montaña, el hijo no sabía nada y estaba claramente perplejo, cada vez entendiendo menos y menos lo que realmente sucedía allí y dónde estaba «el cordero para la ofrenda quemada». No obstante, él continuó siguiendo a su padre en perfecta obediencia y en perfecta confianza. Sin embargo, ¿Isaac de verdad fue un niño obediente que seguía a su padre?

Mientras que nada en el texto indica la edad de Isaac, podrían sorprenderles algunas sugerencias. Según el Midrashím judío, Isaac —quien siguió a su padre en perfecta obediencia y confianza— era un adulto; tenía 37 años de edad. La próxima vez les mostraré la lógica y los cálculos de cómo los comentaristas judíos llegaron a esta conclusión. Aquí, tal como intentamos ver los paralelos entre esta porción de la Torá y el Evangelio, simplemente me permitiré un pequeño comentario: aún cuando tradicionalmente se cree que Jesús tenía 33 años cuando murió, todos los paralelos sorprendentes entre esta porción de la Torá y los Evangelios podrían señalar la diferencia de edad. La obediencia de Isaac ante la voluntad de su padre —este libre consentimiento y disposición desinteresada para ser sacrificado— viene a ser mucho más profundo cuando pensamos en él como un hombre adulto, siguiendo voluntariamente a su anciano padre. ¿Él no sería un tipo perfecto del Jesús de 37 años?

[1]nesis 18:12.

[2] Lucas 1:34.

[3] Génesis 21:9,10.

[4]nesis 26:8.

[5]nesis 22:2.

[6] Juan 3:16.

 

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Extractos de mis libros están incluidos en este artículo (y muchos otros artículos aquí) por eso, si les gustan los artículos de este blog, también podrían gustarles mis libros, pueden obtenerlos aquí.  

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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