En la porción anterior de la Torá, vimos cómo Jacob salió huyendo de la ira de su hermano. Ahora lo vemos regresando a la tierra —pero para poder asegurar el futuro, Jacob debe enfrentar el pasado—: debe reconciliarse con Esaú. Han pasado veinte años, muchas cosas han cambiado y todas las circunstancias externas de la vida de Jacob lo han transformado dramáticamente, aún así, parece que la transformación más importante ante los ojos de Dios es la transformación de su corazón, y el criterio más claro para esta transformación es la reconciliación con su hermano —al igual que en el Nuevo Testamento—: «Porque quien no ama a su hermano y hermana, a quienes ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto».[1] Por lo tanto, es extremadamente importante, que así como Jacob se va a enfrentar con el desafío más grande de su vida, así también tiene la intervención más importante de Dios en su vida. El encuentro que Jacob tuvo en Peniel, es una escena absolutamente única en toda la Biblia, y es durante este encuentro que Jacob se transforma en Israel. Solo después de este encuentro, Jacob consigue una verdadera reconciliación con su hermano —«Primero reconcíliate con tu hermano, y después ve y ofrece tu ofrenda»—.[2]
Esta conexión con el énfasis del Nuevo Testamento respecto a la reconciliación, se hace más evidente cuando leemos esta porción en hebreo. En Génesis 33, después del maravilloso encuentro con su hermano Esaú —el encuentro que estuvo mucho mejor de lo que cualquiera habría esperado— Jacob dice unas extrañas palabras a Esaú indicando que, para él, ver el rostro de Esaú fue «como ver el rostro de Dios» רָאִיתִי פָנֶיךָ כִּרְאֹת פְּנֵי אֱלֹהִים. Esta frase viene al final de su encuentro, cuando el peligro ya está pasado y deja al lector confundido y perplejo: ¿Por qué Jacob dijo esto? ¿Es puro halago, o hay algo más que añadir?
En español estas palabras vienen algo inesperadas. Sin embargo, en hebreo la idea de paním (cara) es ciertamente uno de los motivos principales en toda la narrativa del regreso de Jacob a la tierra. La raíz פָּנִים (paním) y las palabras derivadas de esta raíz, aparecen muchas veces en los textos hebreos que precedieron al encuentro de los hermanos (Génesis 32:17-21). Para poder comprender la diferencia entre los textos en hebreo y en español, lee por ejemplo Génesis 32:20 «...Jacob pensaba: «Lo apaciguaré con los regalos que le llegarán primero, y luego me presentaré ante él; tal vez así me reciba bien”». La palabra «cara» no es utilizada en la traducción[3] ni siquiera una (y en muchas otras tampoco), mientras que en hebreo, solamente en este versículo, la palabra paním aparece cuatro veces. Esto da forma a un caso y nos prepara para el nombre Peniel (פְּנִיאֵל) —«cara de Dios»—, el lugar de la lucha de Jacob y su encuentro con Dios. Fue allí en Peniel, que Jacob vio a Dios «cara a cara» (de ahí el nombre del lugar); y fue allí, en Peniel, que fue cambiado no solo el nombre de Jacob, sino también su corazón. Por eso es que este encuentro fatal entre los dos hermanos, fue completamente diferente a como todos pensarían que sucedería: «Pero Esaú corrió al encuentro de Jacob y lo abrazó; lanzando sus brazos alrededor de su cuello y lo besó. Y ambos lloraron».[4] Hay poca duda de que este no fue el plan original de Esaú. Se estuvo acercando a Jacob con 400 hombres —quienes no inspiraron buenas intenciones—; no necesitó 400 hombres para llorar sobre el cuello de su hermano. Sin embargo, todo cambió en un instante porque fue Israel, y no Jacob a quien Esaú encontró. Esaú esperó encontrar al hermano arrogante, y autosuficiente que siempre lo había mirado con superioridad —en su lugar vio a un hombre humilde y arrepentido, cojeando e inclinándose humildemente ante él—. El cambio fue dramático, y Esaú percibió de inmediato ese cambio y corrió a besar a su hermano.
Pero hay algo más que podemos ver en la historia de Jacob cuando leemos en hebreo. Probablemente recuerdas «la escalera de Jacob» de la última porción anterior de la Torá, y su sueño de camino de Beerseba a Harán. Si regresamos al capítulo 28 y leemos este capítulo en hebreo, encontraremos que, la mayoría de las veces en que la palabra «cara» aparece en el capítulo 33, el término מָקוֹם (makóm) «lugar» se encuentra aquí, en el capítulo 28. Recuerda que aquí Jacob estuvo en su camino al exilio y casi a punto de dejar la tierra. Este encuentro con Dios en el sueño, probablemente sucedió durante la última noche en la tierra, y hasta donde sabemos, esta fue la primera vez en que Dios, personalmente habló a Jacob. Cuando él despertó de su sueño, pensó: «seguramente el SEÑOR está en este lugar, y yo no me había dado cuenta”. Tuvo miedo y dijo: “qué impresionante es este lugar. Esto no es más que la casa de Dios; esta es la puerta del cielo”».[5] Así que vemos claramente que, en este punto, todo el concepto nuevo de Jacob sobre Dios, se conecta a «este lugar».
Han pasado 20 años —han sucedido muchas cosas y muchos cambios han ocurrido durante esos años—. Jacob ahora es un gran hombre que es bendecido por Dios con la bendición de Abraham: es padre de una gran familia y ahora está regresando a la tierra. Al final del capítulo 32, está a punto de volver a entrar a la tierra —y entonces en su última noche fuera de la tierra—, tiene esta asombrosa «lucha» en su encuentro con Dios (a propósito, tal como en su sueño 20 años atrás, este encuentro es absolutamente único en toda la Biblia). En la mañana, «Jacob llamó al lugar Peniel, diciendo: “Es porque vi a Dios cara a cara, y aún así mi vida se salvó».[6]
Estos dos encuentros con Dios —cuando Jacob está saliendo de la tierra y cuando está regresando— desde una peculiar «inclusión» literaria: todo lo que sucede con él en el exilio, sucede entre estos dos encuentros. Sin embargo, no es simplemente una línea recta entre estos dos encuentros: dentro de este «paréntesis» divino, vemos un hermoso proceso que no queremos perder —el progreso de la fe de Jacob, el progreso de su conocimiento de Dios, el progreso de la revelación—: ¡desde el lugar de Dios hacia la cara de Dios! A Jacob le llevó 20 años, y sin duda alguna, había estado cambiando a través de esos años, sin embargo, es solo cuando vio la cara de Dios en Peniel que fue completamente transformado y se volvió verdaderamente humilde y arrepentido. Solo entonces fue posible reconciliarse con su enemigo/hermano, porque solo después fue capaz de ver la cara de Dios en Esaú: «Veo tu cara como alguien que ve la cara de Dios».
[1] 1 Juan 4:20.
[2] Mateo 5:24.
[3] Nueva Versión Internacional.
[4] Génesis 33:4.
[5] Génesis 28:16,17.
[6] Génesis 32:31.
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