Retratos BÍblicos: Rebeca – Final

Lo que muchos desconocen

La historia con la que estamos tratando —la historia de la “bendición robada”— lo mismo que con cualquier otra narrativa, puede ser vista desde diferentes perspectivas. Podemos intentar verla a través de los ojos de Jacob, de Isaac o de Esaú, y quizá en algún punto, lo haremos: Es una historia muy compleja, desde luego, y ciertamente, en cada ángulo adicional se profundizará nuestra comprensión. Ahora, sin embargo, intentaremos verlo a través de los ojos de Rebeca, ya que estamos poniendo las últimas pinceladas en nuestro retrato bíblico de esta hermosa y piadosa mujer.

Me gustaría recordarles dos cosas que hemos aprendido de Rebeca en nuestros artículos previos —dos cosas que muchas personas desconocen al pensar en esta historia—. Primero, ella ahora es una mujer muy mayor. Si sus hijos tienen 77 años, ella tiene más de cien. Piensa en ello: Hace muchos, muchos años, cuando ella era joven y estaba embarazada, recibió una profecía de Dios y todos estos años había estado esperando pacientemente a que la profecía se cumpliese. A pesar de ello, los años fueron pasando y nada sucedió. Pero ahora, no solo está cansada de esperar, sino que probablemente —porque así es nuestra naturaleza humana— tiene pensamientos que la inquietan, tales como: ¿Y si es mi culpa? ¿Querría Dios que yo hiciese algo y lo olvidé?

 

Y ella no tenía con quien compartir estos pensamientos. Porque, la segunda cosa que aprendimos fue sobre su cambio, o incluso el mismo deterioro de su relación con Isaac. ¿Podría ser una trágica consecuencia de su historia de hermana/esposa en Gerar, cuando Isaac no quiso que nombrasen a Rebeca como su esposa? Ciertamente parece ser así. En Génesis 25, los encontramos muy afectuosos: Isaac, en ese capítulo, intercede fielmente por su esposa, mientras que en Génesis 27 encontramos un cuadro completamente distinto: Isaac planea bendecir a Esaú y no lo comparte con Rebeca. Algo cambió dramáticamente entre los capítulos 25 y 27, y sería una hipótesis segura sugerir que esto sucedió en el capítulo 26, después de la historia de hermana/esposa. Como escribió mi querida amiga Henrietta Wisbey, respondiendo en la clase a mis pensamientos sobre Isaac y Rebeca: “Podría haber habido una herida, una falta de confianza, especialmente con aquel a quien se le ha considerado como guardián de esa relación —quizá ocurrió algo que perjudicó esa relación que se revela a sí misma durante un periodo de tiempo y ha causando una erosión gradual, un desgaste del deseo de compartir los secretos del corazón—. Consecuentemente, hay un bloqueo, un retiro y como consecuencia una pérdida”.

 

La cuestión principal

Así pues, hay un bloqueo, un retiro y una consiguiente pérdida, y como resultado, Rebeca se encuentra completamente sola con sus pensamientos. Creo que ella piensa mucho sobre aquellos momentos cruciales de su vida: cuando siendo una muchacha, dijo “sí” al sirviente y a Dios sin reservas y con audacia, y como 20 años después finalmente queda embarazada y escucha hablar a Dios sobre sus hijos. Quizá ella compara estas historias: como joven, ella era muy decidida, sin miedo a tomar acciones decisivas y tal vez ahora Dios esté esperando su decisión, ¿por su acción decisiva? Ha estado esperando en el Señor durante largo tiempo, y quizá ella piense que Dios está esperando su respuesta —como Él esperó entonces, hace casi cien años—. ¿Acaso no es una cuestión con la que nosotros hemos batallado a veces?: ¿debo todavía esperar en el Señor o hay algo que Él quiere que yo haga?

Podríamos recordar aquí, que los primeros espectadores del libro de Génesis fueron la generación del Éxodo. Las historias de Génesis, ante todo, estaban destinadas a hablar profunda y convincentemente a los israelitas, quienes acababan de abandonar Egipto y procuraban sobrevivir como pueblo. La cuestión con la que Rebeca estaba luchando era también muy relevante para la generación del Éxodo: ¿Recuerda Dios lo que dijo? Han pasado muchos años —¿recuerda Él su propia promesa? ¿Cumplirá Su palabra?

 

Historia profética

Quizá estos eran los pensamientos que pasaron por la mente de Rebeca cuando empezó nuestra historia y escuchó la conversación entre Isaac y Esaú. Podría ser que a ella le pareció que finalmente había llegado el momento para tomar decisiones y acciones rápidas, como en Génesis 24, ella necesitó tomar una decisión rápida; una vez más, era cuestión de pocas horas antes de que algo irreparable e irreversible sucediese. ¿No había designado Dios a Jacob como heredero de Su promesa y de la bendición de Abraham? Ella solo estaría cumpliendo la voluntad de Dios; ella estaría haciendo lo correcto, intentando prevenir que su esposo cometiese un error —al bendecir al hijo equivocado—. No hay duda de que ella amaba a sus dos hijos: Génesis 27:45 lo demuestra claramente —es una madre que ama a sus dos hijos, pero los ama de forma diferente—. Ella conoce la voluntad de Dios, y una vez más, como en Génesis 24, es capaz de tomar una decisión rápida —diciendo “sí” a la voluntad de Dios—. Le está diciendo “sí” a Dios. Ella escoge unos medios muy cuestionables, desde luego, pero probablemente en su corazón, solo estaba el complacer a Dios y cumplir Su voluntad.

Es por eso que también necesitamos buscar las capas proféticas más profundas de esta historia, porque ciertamente hay mucho más en esta narración que los simples signos de interrogación moral: Esta es una de las más profundas y más proféticas historias que se encuentran en el Génesis. Hay muchas conexiones profundas y consejos para encontrar aquí. Por ejemplo, dos cabras, como Rashi señaló: ¿Por qué el menú de Isaac consiste en dos cabras? O las vestiduras especiales de Esaú que Rebeca dio a Jacob: este doble juego —la vestimenta especial y el sacrificio animal— ocurre varias veces en el libro de Génesis y cada vez cubre algún pecado serio, comenzando con la Caída en Génesis 3: “Según el Midrash, las ricas vestiduras de Esaú que eran guardadas por Rebeca, eran las mismas vestiduras que Dios hizo para Adán. Este Midrash se apoya en el hecho de que las dos primeras veces que encontramos la palabra piel y vestido en la Torá, son en la historia de Adán y Eva, y en la historia de Rebeca y sus hijos respectivamente. Se dice que Rebeca vistió a Jacob con los vestidos del Edén, como si dijese “Con las mismas pieles que Adán se vistió, cuando fue expulsado del Jardín, tú te vestirás cuando le lleves a tu padre la comida sabrosa que yo he preparado. Los vestidos que marcaron la expulsión del hombre del Jardín, marcarán el comienzo de su retorno”.[1]

 

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[1]Bread of Life Torah studies, Dorothy Healy

 

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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