Retratos BÍblicos: Rebeca (1)

Mis lectores ya sabrán que me gustan las series –probablemente porque estoy acostumbrada a escribir libros y encuentro difícil estrujar mis pensamientos en un tema en un solo post–. Esta es la causa de por qué hemos tenido varias series aquí: El Mesías Oculto, Las Historias Bíblicas que no conocías, Reflexiones sobre la Pascua. Hoy vamos a comenzar unas series nuevas –“Retratos Bíblicos”– y me gustaría comenzar con uno de mis personajes favoritos de la Biblia –Rebeca–. Pasaremos un par de semanas mirando esta hermosa imagen: una jovencita en la primera parte, una mujer madura en la segunda.

Así pues, hoy estamos en Génesis 24, observando al sirviente de Abraham siendo enviado a buscar una esposa para su joven amo. La historia de amor de Isaac y Rebeca es una de las historias de amor más hermosas de la Torá. Lo más maravilloso de esta historia es el sorprendente hecho de que, antes de convertirse en una historia de amor, fue una historia de fe. Implicó la fe de varias personas para que esta historia llegase a ser una historia de verdadero amor.

Antes que nada, por supuesto, estamos maravillados (¡otra vez!) por la fe de Abraham, quien no tuvo duda alguna de que Dios mismo se encargaría de escoger una esposa para Isaac:

Jehová, Dios de los cielos, que me tomó de la casa de mi padre y de la tierra de mi parentela, y me habló y me juró, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra; él enviará su ángel delante de ti, y tú traerás de allá mujer para mi hijo.

Ciertamente, esta historia requiere una gran fe por parte del siervo principal de Abraham (probablemente Eliezer, aunque su nombre no se menciona en este capítulo). Aunque para esa fecha, él ya había presenciado muchos milagros que el Señor había hecho en la vida de su amo, todavía requeriría un gran acto de fe para emprender el viaje y confiar en que el Señor le enviaría a la joven adecuada. Cuando él llega  y se para ante el pozo, fuera de la ciudad, ruega por éxito (“buen éxito” o “buena fortuna” según la traducción) —si lo traducimos literalmente—, está pidiendo a Dios que “haga que el día suceda delante de mí” (הַקְרֵה-נָא לְפָנַי הַיּוֹם ). Es importante resaltar que esta es la primera oración para la guía divina que encontramos en la Biblia.

12 Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham.

Entonces él pide que ella sea una muchacha amable y humilde. Presta mucha atención: él no ruega por la apariencia o riqueza de ella; es su amabilidad, su actitud servicial y su comportamiento lo que pone como señal delante del Señor. Todos sabemos que sus deseos fueron encontrados de forma exacta e inmediata y también sabemos que él quedó absolutamente atónito por esta respuesta inmediata.

21 Y el hombre estaba maravillado de ella, callando, para saber si Jehová había prosperado su viaje, o no.

La palabra “callando” podría también significar: “estar sin habla”. Creo que esto es exactamente lo que le sucedió a Eliezer: no solo estaba callado, sino absolutamente sin habla al ver la escritura de Dios en esta historia.

Incluso es todavía más sorprendente ver esta realidad invisible de la presencia y guía de Dios, haciéndola visible y obvia para todos —incluso para aquellos que no conocen a Dios—. El padre y el hermano de Rebeca, después de escuchar el testimonio del criado, dicen unas palabras sorprendentes (uno puede incluso imaginar que el criado estaba absolutamente boquiabierto al oír estas palabras procedentes de personas no creyentes):

50 Entonces Labán y Betuel respondieron y dijeron: De Jehová ha salido esto; no podemos hablarte malo ni bueno.

 Mi-Adonai Yatza Ha-Davar —“De Jehová ha salido esto”—. ¡Qué obvia debe haber sido la presencia del Señor para las personas que no le conocían hablar estas palabras! 

Sin embargo el personaje más increíble aquí, fue indudablemente Rebeca, la parte de la historia más sorprendente es la fe de esta joven, y muy honestamente, puedo pensar que no hay fe más firme que la que Rebeca muestra aquí. Cuando el sirviente aparece de la nada y presenta ante ella la elección de su vida —si ella estaría dispuesta a ir con él para ser la esposa del hijo de Abraham— ella dice: “Sí”, y este es otro “Sí” para Dios, tal como vemos muchas otras veces a través de este libro —otra historia de cómo entrar en el plan y las bendiciones de Dios al rendirle la vida a Él—.

58 Y llamaron a Rebeca, y le dijeron: ¿Irás tú con este varón?

Y ella respondió: Sí, iré.

El carácter y la fe de Abraham son admirados constantemente, y efectivamente es así —a la edad de 75, dejó voluntariamente su casa y fue a la tierra que Dios le había mostrado—. Sin embargo, raramente oímos alabanza similar para Rebeca, la cual hizo la misma elección, incluso más decisiva y dramática. No podemos decir con certeza el tiempo transcurrido entre la primera vez que Abraham escuchó la llamada de Dios y la verdadera partida de su casa: podrían haber sido días, semanas, meses o quizá años. Solo sabemos que se fue, y lo alabamos por eso. Pero, damos por hecho de que Rebeca hizo esta crucial elección y dejó su casa en un día. Imagina: ellos no tenían teléfono ni Internet; no tenían coches ni aviones; y para ella dejar su casa así, significaba dejarla para siempre y probablemente no volver a ver a su familia nunca más. El hecho de que ella fuese capaz de tomar una decisión definitiva, dejar atrás todo y a todos los que ella conocía y amaba, es testimonio de un carácter absoluto y excepcional. No solo tomó la decisión que cambió su vida para siempre de un día para otro (y, a propósito, también cambió la vida de toda la humanidad) sino que a la mañana siguiente en vez de pedir por un retraso misericordioso, ella estaba lista para partir.

Intentemos entender lo que Rebeca tuvo que pasar: ella no creció en una familia de verdaderos creyentes, tal como hizo Isaac, ella no conocía a Dios tal como Isaac hizo, pero cuando Eliezer apareció delante de ella aquel día, sin saber de dónde, de alguna manera ella supo que no era apenas ese sirviente, sino Alguien en él y por encima de él —Alguien mucho más que él— quien entró en su vida y reclamó su vida. Supongo que ella, al igual que todas las jovencitas, estaba interesada en su futuro marido, pero ella no sabía absolutamente nada referente a él y nunca antes le había visto, así pues él no era muy real para ella. Sin embargo, ese “Alguien” que tocó su corazón a través de Eliezer, era tan real que ella en ese momento decidió que le quería a Él en su vida. Ella le entregó su vida en aquella asombrosa decisión de fe, una decisión tan simple y tan rápida que cambió su vida, confiando en Él junto con su marido y con su vida entera —y creo que ella nunca miró atrás a partir de ese momento—.

 

 

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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