“18 Y los judíos le dijeron: ¿Que señal nos muestras, ya que haces esto? 19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo y en tres días lo levantaré. 20 Dijeron luego los judíos: en cuarenta y seis años fue edificado este Templo, ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Más Él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Por tanto cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho. 23 Estando en Jerusalén en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. 24 Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25 y no tenía necesidad de que nadie diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.
La autoridad que Jesús demostró con la acción profética de limpiar el Templo, enfoca una vez más la pregunta básica que implícitamente era cuestionada- “¿Quién es y quien debería estar encargado del pueblo de Dios, Israel?”. Los Evangelios responden claramente: Jesús. Los versículos 23-25 no deben separarse de los versículos 13-22. Ambos describen la misma cosa- Jerusalén durante la pascua. Veamos cómo el v. 23 prosigue con lo que empezó en Jerusalén en versículos anteriores. En griego “Jesús por su parte no se confió en ellos porque les conocía” podría y debería (por el contexto anterior) ser traducido así: Jesús por su parte no les creyó, porque les conocía a todos ellos” (Juan 2: 24). Lo anterior y lo que sigue en el Evangelio lo explica perfectamente y mucho mejor, dando una ajustada traducción, especialmente con lo anterior al v.25 (y no necesitó que nadie diera testimonio).
Esta clase de fórmula “mostrar/decirnos”(Juan 2:18 dice: “por eso los “hoi Ioudaioi” le dijeron ¿Qué señales nos das para hacer estas cosas?”) sería como si demostrasen que los “hoi Ioudaioi” en algunas ocasiones y en su totalidad apuntan a que ellos, (los “hoi Ioudaioi”) estaban formalmente al cargo de la vida religiosa en el antiguo Israel bajo la ocupación Romana. La respuesta de Jesús no podía ser más explícita como en el 2:19 “Destruid este templo y en tres días lo levantaré”. La autoridad de los “hoi Ioudaioi” no podría estar más desvalorada. Se trataba de eso, lo hayan entendido o no (2:20) o como debieron haberlo hecho (2:21). Sin preocuparse por explicar el verdadero significado, Jesús denegó la autoridad de los “hoi Ioudaioi” (los judíos) a través de este Evangelio, pero especialmente en este pasaje.
Uno de los más claros ejemplos de esta dinámica “muéstranos/yo rehúso” se encuentra en Juan 10:24-27 que, incluso podría servir como un primer ejemplo de esta clase de polémica. Los “Hoi Ioudaioi” desafiaron a Jesús para que sometiera a ellos la candidatura Mesiánica- los líderes jerusalemitas. Jesús se negó, diciendo que su padre y sus propios hechos son suficientes para demostrar su autoridad, por lo tanto, rechazando su autoridad (Hoi Ioudaioi):
Los Hoi Ioudaioi se reunieron alrededor de él, diciendo: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tu eres el Ungido, dínoslo abiertamente”. Respondió Jesús: “Os lo he dicho, pero no me creéis, los milagros que yo hago en nombre de mi Padre, hablan por mí, pero no me creéis porque no sois mis ovejas” (Juan 10: 24-27).
Este texto, a menudo es leído como ejemplo de falta de claridad por parte de Jesús al declararse como Mesías. Sin embargo, el propio autor mantiene que esto es injustificado. La demanda de los “hoi Ioudaioi” no debería ser leída así: “¿Durante cuánto tiempo nos vas a mantener en la intriga? Si tú eres el Ungido, dilo claramente”, pero sí así: “¿Cuánto tiempo vas a mantenernos en la incertidumbre? Si tú eres el Ungido, dínoslo claramente”. Desde el punto de vista de los “hoi Ioudaioi” dado a su autoridad religiosa como representantes legales de la religión judía, la misma no estaba siendo honorada para convalidar la candidatura Mesiánica de Jesús.
Jesús arrastraba multitudes tras de sí. El ciego veía, el cojo andaba, leprosos eran sanados, los sordos oían, y los muertos eran vueltos a la vida (Mateo 11:2-5). La identidad de Jesús cómo Mesías era evidente por sí misma, pero había fallado en declararse así mismo como tal ante las autoridades de Jerusalén. Esta era la razón que estaba detrás de su demanda (¿cuánto tiempo vas a mantenernos en la incertidumbre?). Él, sin embargo, estaba centrado en que sus milagros y por consiguiente el testimonio de Su Padre sobre su Mesianismo, eran suficientes para establecerle cómo el Siervo, Mesías de Dios (Juan 10: 25-42). Jesús rehusó reconocer la autoridad de los gobernantes de Jerusalén sobre Él y por consiguiente sobre todo Israel. Jesús era aquel a quien el Señor del Pacto con Israel confió tal autoridad y por lo tanto, someterse a una autoridad ilegítima/o al menos inferior como la de los “hoi Ioudaioi” estaba fuera de cuestión (Mateo 26: 63-64).
¿Qué pasó? Simplemente, que los “hoi Ioudaioi” asumieron que solo ellos tenían derecho a aprobar o desaprobar a Jesús. Ellos estaban ocupados ya, en el proceso de juzgarle. Ellos, en ese momento, tal y como explícitamente hicieron después, le desafiaron para que les demostrara quien era. Jesús lo rechazó.
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