Comienzos: Noé (2)

Un predicador de justicia…

Me gustaría continuar con mi línea de pensamiento respecto al artículo anterior, donde notamos que algunos judíos sabios compararon a Noé con Abraham al decir que, mientras que Abraham intercedió por los pecadores de Sodoma, Noé no intercedió por su generación. Sin embargo, esto no es lo que encontramos en el Nuevo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento creyeron que durante los años de preparación, Noé estuvo predicando justicia a sus contemporáneos, advirtiendo del juicio que estaba por llegar mientras seguía construyendo el arca en completa obediencia a Dios. Tal vez por eso «encontró gracia ante los ojos del Señor» y Dios que «no perdonó al mundo antiguo, pero salvó a Noé, a una de las ocho personas, a un predicador de justicia…».[1]

Después de escribir esto me volví muy curiosa: ¿podría ser que a los escritores del Nuevo Testamento se les ocurrió este pensamiento sin llegar a la percepción de que Noé ya existía en la tradición judía? Encontramos una continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento en muchos aspectos, entonces, ¿podría ser que este pensamiento de Noé como «predicador de justicia» llegara de la nada?

En algunas ocasiones he mencionado aquí que aunque muchos comentarios judíos fueron escritos mucho después que el Nuevo Testamento, algunos todavía reflejan la tradición interpretativa del judaísmo del Segundo Templo. Por eso es que cuando encontré este comentario en uno de los Midrashím, lo vi como una prueba del hecho de que «Noé, el predicador de justicia» se introdujo dentro del Nuevo Testamento desde el judaísmo del Segundo Templo. Leemos: «Muchas formas de traer alivio y rescate son accesibles para Él; ¿por qué pues le cargó con esta construcción? Para que las personas de la generación del diluvio le vieran ocupándose de él mismo en ello durante ciento veinte años y le preguntasen: “¿Para qué necesitas esto?” Y él les respondiera: “El Santo, bendito sea, ha destinado traer un diluvio sobre la tierra”. Quizá se arrepentirían”».

Por eso vemos que los comentaristas judíos también creyeron que durante los años de construcción del arca, Noé había estado predicando justicia a sus contemporáneos, avisándoles del juicio que vendría y esperando por su arrepentimiento.

El diluvio y la torre

Desde las perspectivas, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, Dios puso en marcha su plan de redención con el llamado de Abraham. Cuando Dios llamó a Abraham, Él, personal y activamente intervino con misericordia —y la historia de la redención comenzó aquí—. Sin embargo, en los 11 capítulos anteriores vemos la intervención de Dios al juzgar: tanto en la historia del diluvio como en la historia de la torre de Babél, Dios castiga al hombre por su pecado y rebelión. ¿Cómo están conectadas estas dos historias?

Hay algunas conexiones muy importantes entre estos dos eventos bíblicos que solo se pueden ver en hebreo. Primero que todo, la palabra hebrea para diluvio es mabúl suena muy parecido a la raíz bilbél  de la cual, según muchos comentaristas, deriva el nombre de Babél. Rashi, un famoso comentarista medieval judío, conecta incluso la palabra mabúl con esta raíz; él escribe: ( המבול; hamabúl) es algo que «lo mezcla (בלבל) todo». Y aún así, los lingüistas modernos no lo confirman, debemos estar todavía atentos a estas similitudes. Quizá recuerdes lo que escribí sobre las palabras hebreas para hombre y mujer. Estas palabras en hebreo ísh e ishá suenan tan relacionadas, como si vinieran de la misma raíz. No obstante, la mayoría de los lingüistas modernos dicen que las palabras  «hombre» ( איש; ísh) y «mujer» (אשה; ishá) etimológicamente no están relacionadas. Ísh viene de la raíz אוש, que denota «fuerza», mientras que la palabra ishá viene de la raíz אנש, que significa «débil» o «frágil». Este es un excelente ejemplo de lo que algunas veces sucede con el hebreo: a veces falsas conexiones etimológicas podrían expresar realmente la conexión bíblica en sí. Creo que es lo que descubrimos en las palabras mabúl y babél —en las similitudes entre los dos mayores juicios que Dios trajo sobre el mundo—.

¿Corrupción o destrucción?

La historia del diluvio hace obvia la importancia de leer la Biblia en hebreo —o al menos con algo de hebreo—. Ya escribí que cuando empecé a leer en hebreo, tuve que ir y regresar entre el hebreo y la traducción para asegurarme de que estaba leyendo los mismos capítulos: ¡parecía una historia completamente diferente! Hubo muchos descubrimientos sorprendentes que hice entonces —y hoy me gustaría compartirte uno de mis primeros descubrimientos—.

Te recuerdo que todavía estamos ante el diluvio. En Génesis 6:8, se nos dice que Noé «encontró gracia ante los ojos del Señor» (y ya sabemos lo que significa, que Noé le gustó a Dios); en Génesis 6:9 se nos dice que «Noé fue justo en su generación»; en Génesis 6:10 son nombrados los tres hijos de Noé. Pero entonces, al iniciar en Génesis 6:11, la Torá vuelve atrás para describir la corrupción y el desorden sobre la tierra.

«11- Y la tierra se corrompió delante de Dios, y la tierra estaba llena de violencia.

12- Y miró Dios la tierra, y he aquí estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra».

Y entonces encontramos algo extremadamente interesante. La palabra hebrea que se interpreta como «corrupto» en muchas traducciones inglesas se deriva de la raíz (שחת; shájat). Por favor recuerda la historia de Éxodo: al destructor de la historia de Pésaj en hebreo se le llama (המשחית; hamashjít), —un nombre que viene de la misma raíz—. ¿Por qué, de súbito, en la historia del diluvio que sucedió tantos años antes de la Pascua, encontramos una palabra que suena como si hubiese sido tomada de la historia de la Pascua? Siempre he estado convencida de que esta raíz (שחת; shájat), tiene que ver con muerte, crimen y destrucción —como «el destructor»—. ¿Por qué pues, aparece aquí esta palabra, al principio de la historia de Noé?

Así, el verbo en consideración —השחית— dependiendo de su forma, puede tener ambos significados: ser corrupto y destruir. ¿Entiendes lo que pasa aquí? El lenguaje de la Torá es diferente de cualquier otro lenguaje humano: los significados que están por venir se muestran aquí a través del significado regular de las palabras. En este sentido, cada palabra de la Torá está cargada con todos los significados futuros —con algo que todavía no ha llegado, que no ha sido visto por el hombre pero que en definitiva es visto por Dios—. En este punto de la historia de Noé, el castigo y la destrucción —el diluvio— todavía no ha llegado, ni se les ha prometido aún. La Torá solo nos está contando sobre el pecado y la corrupción, y no sobre el castigo. Sin embargo, ya ahí, en el mismísimo principio de la historia, esta aterradora palabra הִשְׁחִית suena como un aviso severo y sobrio (por cierto, completamente perdido en la traducción) de que castigo y destrucción son consecuencias inevitables del pecado y la corrupción. Este es un ejemplo sorprendente de cuán importante son la Escrituras hebreas. Algunos de ustedes quizá sepan que el hebreo es principalmente un lenguaje raíz —las raíces son grupos de tres consonantes que contienen la «esencia» del significado de la palabra—. Los verbos en hebreo son derivaciones de raíces, muy a menudo cambiando vocales o añadiendo sufijos y prefijos, formando así diferentes ramificaciones. Dependiendo de su raíz (binyán), los verbos de la misma raíz pueden tener diferentes significados, como vemos aquí en nuestro texto. No obstante, al ser derivados de la misma raíz, todos tienen algo en común, todos relatan la mismísima «esencia».

[1] 2 Pedro 2:5.

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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