Llave NÚmero Tres: Como Si…

«Y acercándose a la aldea donde iban, Él hizo como si tuviese que ir más lejos».[1]

Ante todo, ¡qué frase tan sorprendente encontramos aquí! ¡Qué manera tan sorprendente de hablar acerca del Señor! No hay muchos pasajes en la Biblia donde Dios pretende –donde Él actúa– “como si” fuese a hacer algo. Como todo en esta historia, esta palabra es extremadamente significativa: en nuestro propio camino, principalmente vemos “como si” las cosas –y nosotros no podemos saber los pensamientos de Dios ni el corazón de Dios simplemente mirando las cosas que se ven–. Dios ama a cada uno de nosotros, y el deseo de Su corazón amoroso es de revelarse a sí mismo y su amor hacia nosotros, y quedarse con nosotros para siempre, pero por ese preciso propósito, con el fin de estar con nosotros para siempre, Él actúa a menudo  “como si”. ¿Recuerdas la historia de José? En su habitación interior, invisible para su hermano Benjamín, él lloró de amor por su hermano, aún así, dejando la habitación, él hizo completamente lo contrario a lo que esperaríamos que hiciese y probablemente lo que él mismo deseaba hacer. Él lavó su rostro para que no hubiese rastro de su llanto de cariño, se contuvo… y entonces –continuó con su plan–, como si no le importase Benjamín. Es difícil imaginar una mejor ilustración gráfica o expresión de la diferencia entre la verdad oculta –y visible “como si” de las cosas–.

El Señor no puede revelar su amor hasta que su plan no esté completo –de ahí que constantemente encaremos realidades “como si”–. Lázaro no había leído Juan 11:4: «Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro», y cuando Yeshúa no acudió a sanarle, parecía como si no le importase. Job, y sus amigos consoladores, no leyeron el prólogo celestial del libro de Job, y todo lo que le sucedió a Job parecía como si Dios le estuviese castigando por algo que él había hecho. Todas estas historias son “como si” –y encontramos este misterio en las Escrituras una y otra vez–: El secreto del amor de Dios Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro»[2]), lo cual está oculto dentro del plan de Dios la enfermedad no es de muerte, sino para la gloria de Dios».[3]) ¿No es lo mismo en nuestras vidas? Muy a menudo nos parece que el día ya ha pasado y Él solo desea ir más allá, más lejos. Tenemos que mantener este mensaje de la historia de Emaús, debemos recordar que esto es solo un sentimiento, tan solo una impresión: simplemente como si.

Sin embargo, esto es solo una parte del mensaje. Estas palabras nos enseñan que hay algo más. De hecho, este verbo griego en particular προσεποιησάμην: nos hace actuar como si, pretender –sucede solo una vez más en la Biblia: Juan 8:6, en la historia de Jesús y la mujer adúltera. “Esto dijeron ellos, tentándole, para pode acusarle. Pero Jesús se inclinó y con el dedo escribía en el suelo como si no les oyese”. ¿Por qué actuó como si no les hubiese escuchado? Aquí vemos el mismo patrón: Él tiene un mensaje de amor y perdón para esa mujer, pero Él no quiere hablarle y revelarle este mensaje a ella a menos que, y hasta que, Su propósito sea conseguido y su plan completado. ¿Entonces cuál es el plan y cuál es el propósito? Él está esperando la respuesta del corazón. Él está probando los corazones de las personas que están allí  –y las está probando con Su realidad “como si”–. Aunque los ojos de aquellas personas estaban aún refrenados y ellos no sabían quién era Él, sus corazones experimentaban claramente el toque de Su Espíritu –y siendo acusados por su propia conciencia, se alejaron uno a uno, empezando por el más anciano, hasta el último: Y Jesús quedó a solas, y la mujer de pie en el centro[4]Así su prueba estaba completa: ellos actuaron según sus corazones y no según sus ojos.

Regresamos a nuestra historia –¿Qué ocurre allí cuando Yeshúa «hace como si quisiera ir más allá»?

«Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado. Y entró y se quedó con ellos»[5].

Ellos le retuvieron –y quiero que entendamos–: esta es la única cosa en toda la historia en que ellos, efectivamente, escogen hacer algo por voluntad propia. A primera vista, era tan solo una preocupación natural del ser humano: «se hace tarde y el día ya ha declinado». Sin embargo, sabemos que más tarde, ellos se decían los unos a los otros, “¿No os ardía el corazón, cuando nos hablaba durante el camino y cuando nos abrió las Escrituras?[6] En otras palabras, en este punto sus corazones habían estado ardiendo, ellos tenían la sensación de que su encuentro con ese ‘extraño’ no tenía que finalizar así –y cuando le pidieron que se quedase, ellos actuaron de acuerdo con sus corazones, y no de acuerdo a sus ojos–. Es crucial para nosotros entender que en un principio, ellos le retuvieron –le pidieron que se quedase con ellos–. (Él siempre desea estar con nosotros, incluso cuando Él actúa como si fuese a marcharse) –y solo entonces, y solo por esta razón, Él se quedó con ellos–.

Siempre es así en las Escrituras –Dios está aguardando la respuesta de nuestro corazón. Cuando el Señor se reveló a sí mismo a Moisés en la zarza ardiente, al ver esta zarza, Moisés dijo: «Me acercaré y veré esta gran señal».[7] Si Moisés no lo hubiese dicho, si él no se hubiera acercado a ver esa gran señal, él no se hubiese transformado en el líder que sacó a Israel de Egipto –por eso está escrito que «el Señor vio que él se acercó para mirar, y solo entonces Dios le llamó desde la zarza ardiente».[8]Solo cuando Moisés empezó a caminar en dirección a Dios –y Dios lo vio– tan solo entonces Él le habló. Cada uno de nosotros debe recordar esto: en la soberanía del Señor, Él mismo escoge cuándo revelarse a nosotros; Él mismo interviene y hace arder nuestro corazón, Él mismo nos llama a que nos volvamos a Él –para escuchar y responder–. Pero si Él permanece sin desvelar el propósito de Su intervención, depende de la respuesta de nuestro corazón: cuando le pedimos que permanezca con nosotros –cuando nos volvemos para escucharle–. Y esta es por hoy, nuestra LLAVE NÚMERO TRES: con mucha frecuencia, Dios actúa como si –Él reprime sus verdaderos sentimientos, deseos e intenciones hacia nosotros con el fin de que sean para servir a Su más alto propósito para nuestras vidas–. Sin embargo, siempre es nuestra decisión el que confiemos en nuestros ojos o en nuestros corazones. Todavía hay algo que aún podemos hacer cuando nuestra vista está impedida: escuchar a nuestro corazón.

[1] Lucas 24:28

[2] Juan 11:5

[3] Juan 11:4

[4] Juan 8:9

[5] Lucas 24:29

[6] Lucas 24:32

[7] Éxodo 3:3

[8] Éxodo 3:4

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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  1. Rafa

    Gracias por vuestras muy interesantes lecturas.

    Creo que estoy pasando por una fase de Purificación.
    Mi «como si» es, desde hace 28 años: «como si no estuviese preparado». » Como si fuese el burro que da vueltas a la noria para sacar agua, pero con una frustración, que yo ya no se si la saco».

    Gracias por vuestros comentarios.

    Un abrazo
    Rafa.

  2. Isabel

    No lei el artículo con la clave uno. ¿dónde podría hacerlo?? Gracias

    1. Eric de Jesús Rodríguez Mendoza

      BS»D
      Shalom Isabel

      Aquí puedes leer la No.1 : http://iibsblogs.wpengine.com/es/las-claves-del-capitulo-transicion-llave-numero-uno/

      Gracias por seguinos,

      Eric