Probablemente mis lectores son conscientes de la diferencia entre el término משיח (Mashiach/Mesías), que es empleado con frecuencia en la Biblia hebrea en referencia a un verdadero rey, gobernante o sacerdote, y el concepto de “mesianismo”, que originalmente deriva de tal nombre pero que se refiere a imágenes, símbolos o conceptos de un salvador escatológico. De hecho, es bien sabido que el mismo título “Mashiach”, y la costumbre de “ungir”, se originó en el mundo de la monarquía israelita: en el contexto original, solo uno de los treinta y nueve casos de la palabra “mashiach” (משיח) en el canon hebreo, se refiere escatológicamente a un esperado salvador. Si preguntamos cómo sucedió esta transformación, una respuesta sería que, principalmente, ocurrió mediante el denominado “apocalipsis”. Los apocalipsis vinieron a ser los mensajeros principales de ideas escatológicas y conceptos mesiánicos durante el periodo del Segundo Templo. En los escritos apocalípticos, los textos bíblicos originales sobre los “ungidos” fueron situados en un marco escatológico, y por lo tanto, transformados en textos mesiánicos escatológicos. Como consecuencia, este género vino a ser el centro de todo el proceso de repensar y de reinterpretar la Biblia en el periodo del Segundo Templo.
Encabezando este movimiento apocalíptico, sobresale el Apocalipsis bíblico de Daniel, con la famosa visión de Daniel de “uno como un hijo de hombre” en el capítulo 7. Este capítulo describe una visión en la cual, el profeta ve cuatro bestias enormes emergiendo del fondo del mar, cada una es diferente de las otras. El ‘Anciano de Días’ aparece en esta visión con toda su gloria. Entonces, después de que la cuarta bestia es destruida, aparece en escena ‘uno como un hijo de hombre’ que es llevado en las nubes ante el Concilio celestial de Dios, en donde permanece delante de la presencia divina. Leemos una preciosa explicación de esta audiencia real: Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre… Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido…[1]
El Apocalipsis de Daniel marca claramente el final del periodo dirigido bíblicamente y al mismo tiempo muestra el principio de un nuevo periodo apocalíptico con una perspectiva totalmente nueva de la historia y un nuevo paradigma mesiánico. “‘Uno como un hijo de hombre’ que viene en las nubes desde el cielo en Daniel 7:13, “dio motivo a una clase distinta de expectativa mesiánica, la cual enfatiza el carácter trascendente y celestial de la figura del salvador”.[2] En los siglos siguientes, esta clase de libertador trascendental jugará cada vez más un importante papel en la escatología judía y la misteriosa figura llamada ‘Hijo del Hombre’ aparecerá en diferentes escritos apocalípticos.
Las primeras evidencias judías de la interpretación y reutilización de Daniel 7: 13-14 se encuentran en las Similitudes de Enoc, el segundo sub libro del Primer Libro de Enoc (1 Enoc 37-71).[3] “Este libro nos proporciona nuestra mayor evidencia explícita de que el Hijo del Hombre como redentor divino-humano, surgió en tiempos de Jesús al leer el libro de Daniel”.[4] En cierto número de lugares en las Similitudes, la expresión ‘Hijo del Hombre’ o simplemente ‘Hombre’ es utilizada (46:1-6; 48:2-7; 62:5-9,14; 63:11; 69:26-29; 70:1; 71:17). La más clara alusión está en Enoc 46:1: “En ese lugar, vi a Aquel que pertenece al tiempo antes del tiempo. Y su cabeza era blanca como la lana, y con él había otro personaje, cuyo rostro era parecido al de un ser humano” y en 1 Enoc 47:3 “en aquellos días, yo le vi –al Anterior al tiempo–, cuando él estaba sentado en el trono de su gloria, y los libros del viviente fueron abiertos ante él”. Enoc, entonces pregunta a su angélico guía “respecto a Aquel que fue nacido de seres humanos”: ¿Quién es este y de dónde es él que va como prototipo del Anterior al Tiempo? El ángel responde: “Este es el Hijo del Hombre, a quien pertenece la justicia y en quien habita la justicia”. La figura del Hijo del Hombre se representa aquí como la de un ser celestial. Aunque parece humano, es un ser angélico sobrenatural que mantiene una relación muy especial con el mismo Dios. El Señor de los Espíritus le ha escogido (46:3; 48:6) y le reservó para que en su nombre, lleve a cabo un trabajo, el cual todavía no se ha revelado. La elección de Dios sobre él fue hecha “antes de la creación del mundo y para siempre”. “Su nombre fue dicho delante del Señor de los Espíritus”[5] antes de que el sol y las estrellas fueran hechas (compare con la última tradición rabínica, donde el nombre de mesías está inscrito entre las cosas precedentes a la creación del mundo); en los propósitos de Dios él estaba oculto, escondido desde el principio y “su gloria es para siempre y por siempre”. En general, el libro trata sobre el Hijo del Hombre celestial y muestra poca conexión con la idea de mesías.[6]
Daniel 7 también está reflejado en 4 Esdras, un apocalipsis judío de finales del Siglo1 E.C. “…Y miré, y he aquí, ese viento hizo algo parecido a la figura de un hombre saliendo del corazón del mar. Y miré, y he aquí, aquel hombre voló con las nubes del cielo…”[7] “Las nubes del cielo” es una clara alusión de Daniel 7. En la interpretación, el ‘hombre’ de la visión es identificado como “aquel a quien el Altísimo había reservado durante mucho tiempo, quien libertará a su creación…”[8] Curiosamente, en este texto, escrito aproximadamente en el mismo tiempo que el Evangelio de Marcos, el Hombre de la visión es definido ya como mesías: “He aquí, el día viene cuando el Altísimo liberará a los habitantes de la tierra… entonces mi hijo será revelado, aquel a quien tú viste emergiendo del mar… Pero permanecerá sobre el Monte de Sión… Y él, mi Hijo, reprenderá a las naciones reunidas por su impiedad… y las destruirá… Por lo tanto, cuando él destruya la multitud de naciones que estén reunidas, él defenderá al pueblo que permanezca…”[9]
Ahora, después de este breve repaso, podemos regresar a los Evangelios y hacer frente a nuestra pregunta principal: ¿Por qué Jesús se denomina a sí mismo Hijo del Hombre y no Mesías? Intentaremos responder a esta pregunta en nuestro próximo post.
[1] Daniel 7:13,14
[2] John J. Collins The Scepter and the Star: the Messiah of the Dead Sea Scrolls and other ancient literature (The Anchor Bible reference library, 1995), p.175
[3] 1 Enoc es una colección de textos apocalípticos judíos datados en los últimos tres siglos antes de la era común.
[4] Daniel Boyarin, The Jewish Gospels: the story of the Jewish Christ, The new Press, NY, 2012,
[5] 1 Enoc 48:3-6
[6] Hay que señalar, sin embargo, que aquí él también es llamado dos veces Mesías (48:10 y 52:4).
[7] 4 Esdras 13:3
[8] 4 Esdras 13:26
[9] 4 Esdras 13:27,29,35-37,49-50.
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