Comienzos (2): Génesis 1

A medida que avanzamos con los días de este año, también avanzamos con los días de Bereshit y seguiremos admirando el trabajo de Dios en la creación. Hoy, primero que todo, vamos a considerar diferentes verbos que describen su trabajo durante aquellos días.

VaYomér – y Él dijo

«Y Dios dijo: “Que haya luz”. Y hubo luz».

Nueve veces, durante los seis días de la creación leemos «Y Dios dijo» – וַיֹּאמֶר אֱלֹהִים. Personalmente estos versículos son la más maravillosa experiencia de ese glorioso comienzo —el glorioso orden de las cosas, cuando todo era tan distinto de ahora—. En nuestro mundo caído vivimos por fe, por las evidencias de las «cosas que no se ven», y rara vez experimentamos en nuestras vidas este sorprendente giro de los acontecimientos: «Dios dijo…y así es como fue», sin ninguna pausa o retraso en medio. Hay muchas cosas que conocemos: «Dios dijo» —y también sabemos que estas cosas, eventualmente llegaron a ser ciertas; pero esta gloriosa realización inmediata de la palabra de Dios—, este cumplimiento inmediato y visible de lo que Él dijo, es denominado y percibido como un milagro en nuestro mundo caído. Vemos las cosas mayormente por fe y no por vista. Pero entonces no fue un milagro —fue el curso normal de los eventos en un mundo no distorsionado por la maldad—.

Más aún, de este verbo VaYomér —y Él dijo— vemos con absoluta claridad que Dios no solo es quien tiene el poder de dar vida, sino que la fuente de ese poder que da vida es Su palabra —que Él da vida con solo la autoridad de Su Palabra—. Según el Nuevo Testamento, Jesús es la Palabra de Dios, y por eso, no nos sorprendemos al encontrar la misma descripción del comienzo de la creación en el Nuevo Testamento —en el Evangelio de Juan—. El lenguaje de Juan, claramente y a propósito, hace eco del lenguaje de Génesis 1:1: tanto en el relato de Génesis como en el Evangelio de Juan, es la Palabra de Dios lo que da vida. Esta es una de las bases de la fe en el Nuevo Testamento: «Por la fe entendemos que los mundos fueron hechos por la palabra de Dios».[1]

Por ejemplo; vemos una enorme diferencia entre cómo la gente restableció la vida en el Tanáj, y en cómo Jesús restauró la vida. Leemos por ejemplo, la descripción de cómo el profeta Eliseo resucitó de la muerte a un muchacho. Él ora, se abraza sobre el cuerpo del niño para darle calor, vuelve a orar —entonces el Señor responde a Eliseo, y el muchacho regresa a la vida—.[2] Por otra parte, Jesús restaura la vida exactamente de la misma forma en que Dios la crea, únicamente por la autoridad de Su Palabra: En cada historia de los Evangelios, en que Jesús resucita a los muertos, Él simplemente habla: «¡Talitha, kumi!», «¡Lázaro, sal fuera!»«¡Joven, a ti te digo, levántate!» Esto significa que los escritores de los Evangelios vieron claramente que su palabra hablada tenía el mismo poder de creativo y vivificante que en Génesis: para los autores del Nuevo Testamento, la misma Palabra crea vida en Génesis y restaura la vida en los Evangelios.

VeYavdél – y Él separó

«Y Dios vio la luz, y fue buena; y Dios separó la luz de la oscuridad».

Debemos comprender que durante los primeros días de la creación, la actividad principal de Dios, fue lehavdíl, «separar». Encontramos este verbo «separar» empleado varias veces en estos versículos. Aparece en Génesis 1:2, 6, 7, 14, y 18. En los primeros tres días de la creación, Dios separa 1) la luz de las tinieblas, 2) las aguas de arriba de las aguas de abajo, 3) la tierra seca de las aguas. Los primeros frutos de la tierra salieron solo después del tercer día, después de que el trabajo de havdalá, la «separación» fuese completada. Como todo lo demás en el Tanáj tiene un significado definitivamente espiritual: Dios siempre quiere separar la oscuridad de la luz, y para poder hacer el trabajo de Dios, debemos escoger la luz y separarnos de las tinieblas. Uno solo puede dar frutos en su vida si la tarea de la separación viene primero —solo si uno se separa a sí mismo de la oscuridad—.

Vayikrá – y Él llamó (dio nombres)

Como ya hemos visto, la «palabra» de Dios es la parte más importante de todo el proceso creativo —y este verbo Vayikrá, también lo refleja—.

«Dios llamó a la luz Día, y a la oscuridad la llamó Noche».[3]

«Y Dios llamó al firmamento Cielo».[4]

«Y Dios llamó a la parte seca, Tierra, y al conjunto de las aguas Él las llamó Mares».[5]

Dios da nombres a los elementos de su creación, y esto viene a ser una parte esencial de su existencia. A la luz de esto, es extremadamente importante que lo primero que vemos hacer a Adam es dar nombres —VaYikrá— a todos los animales (Génesis 2:19,20). Comentaremos este tema en profundidad, en mis próximos artículos, cuando hablemos sobre Adam.

La creación del hombre

El primer, segundo y tercer día de la creación nos preparan para los días del cuatro al seis. En estos días, Él crea 4) mediante la provisión de luces en el firmamento; 5) llenando el cielo y el mar con vida voladora y criaturas marinas; y 6) finalmente creando a los animales y al hombre para poblar la tierra seca. Sin lugar a dudas, hay una estructura profunda en este capítulo: un lector atento tiene un claro sentido de que hay un plan, y nosotros vamos a ver qué es. El primer capítulo de la Torá presenta un ascenso del drama cósmico culminando con la creación del hombre. Al leer la descripción de cada día de la creación, percibimos cómo se construye la historia, entonces en Génesis 1:26-27 llegamos a un crescendo: «Así Dios creó al hombre según su propia imagen…».[6] Todo lo que ha sido creado hasta aquí, debe ser visto ahora a la luz de este versículo —según la comprensión judía, solo cuando el hombre fue creado, toda la creación llegó a tener significado—.

A propósito, por eso el día en que el pueblo judío celebra como Rosh Hashaná (Año Nuevo Judío) —el primero de Tishrei— no se percibe como el aniversario de la creación, es el aniversario del sexto día de la creación, cuando Adam y Eva fueron creados. El aniversario del primer día de la creación habría sido cinco días antes, el 25 de Elúl. ¿Por qué? Porque una vez más, en la tradición rabínica, es el nacimiento de la humanidad lo que da sentido a toda la creación, añadiendo al Universo la posibilidad para Dios de proclamarse Rey. La próxima vez hablaremos más sobre el fascinante día sexto, y comentaremos con detalle la creación del hombre y su relación con el Creador.

[1] Hebreos 11:3.

[2] ver 2 Reyes 4:32-36.

[3] Génesis 1:5.

[4] Génesis 1:8.

[5] Génesis 1:10.

[6] Génesis 1:27.

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About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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