En estas series nuevas, quiero mostrar a mis lectores la profunda conexión entre las enseñanzas de Jesús y las porciones de Torá que se leían en las sinagogas. Antes de hacerlo, sin embargo, necesito añadir alguna información anterior.
SINAGOGAS ANTIGUAS
Durante el primer siglo, las sinagogas ya existían en muchos lugares de la Tierra. No sabemos sobre las sinagogas en Jerusalén —es probable que las sinagogas no hayan sido construidas en Jerusalén mientras el Templo estaba allí—. Sin embargo, las sinagogas sí existieron en muchas ciudades y pueblos de Galilea. Los Evangelios mencionan específicamente las sinagogas en Nazaret (Lucas 4:16) y en Capernaum (Marcos 1:21) y encontramos muchas más ocasiones en los Evangelios cuando el ministerio de Jesús tuvo lugar en una sinagoga. Por ejemplo, en Mateo 4:23 leemos: “Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos”.
Más tarde, el Apóstol Pablo también utilizó las sinagogas en su ministerio. Del libro de Hechos sabemos que, era una costumbre regular de Pablo atender las sinagogas cada sabbat. La sinagoga era el lugar donde los judíos y gentiles temerosos de Dios (gentiles que deseaban guardar la Ley tanto como fuera posible, sin realmente convertirse al judaísmo) se congregaban juntos para leer la Palabra de Dios. Pablo, quien explícitamente manifiesta que su misión apostólica era alcanzar a los gentiles con el Evangelio, iba a la sinagoga de cada nueva ciudad a la que llegaba —incluso si eran poblaciones predominantemente gentiles—. Era en las sinagogas donde él se encontraba con judíos y gentiles que estaban interesados en la Palabra de Dios. Aquí hay algunos textos:
“Después de estas cosas, Pablo salió de Atenas y fue a Corinto… Y discutía en la sinagoga todos los días de reposo” (Hechos 18:1-4).
“ Y llegó a Efeso, y los dejó allí; y entrando en la sinagoga, discutía con los judíos” (Hechos 18:9).
La situación duró por algún tiempo más. Es importante comprender que la reunión y el compañerismo de la iglesia primitiva, externamente, no fue diferente de una sinagoga —al menos durante un tiempo—. Los judíos creyentes en Jesús y también los judíos que no aceptaban a Jesús, siguieron adorando juntos en las sinagogas al menos hasta la rebelión de Bar Kochba (132-136 C.E) y quizá incluso más tarde. Muchos comentaristas creen ahora que la Birkat ha-Minim (Heb. בִּרְכַּת הַמִּינִים, “bendición referente a las herejías”, un curso judío sobre herejías (minim) la duodécima bendición del día de la semana Amidah) fue compuesta después de la revuelta de Bar Kochba. El lenguaje de la bendición demuestra claramente que estaba específicamente dirigida contra los “judíos separatistas” y que la oración estaba compuesta para exponer a aquellos que seguían a Jesús y le habían aceptado como Mesías. Podría no haber sido necesaria tal oración en las sinagogas si los judíos seguidores de Jesús no hubieran estado entre los que se reunían allí. Esto significa que, por lo menos un siglo después de la muerte de Jesús, había gente que creía que Él era el Mesías, pero que también asistían a la sinagoga, observaban el sabbat, comían kosher y circuncidaban a sus hijos. A diferencia de hoy, aquellas personas no veían ningún problema en ser judíos y cristianos a la vez, y cada sabbat ellos irían a la sinagoga y escucharían la porción semanal de la Torá. Por lo tanto, es muy importante para el lector del Nuevo Testamento ser consciente de la importancia de las sinagogas en el Nuevo Testamento y comprender qué sucedía durante el servicio en la sinagoga.
LECTURA PÚBLICA DE LAS ESCRITURAS EN EL TIEMPO DE JESÚS
Antes de la destrucción del Templo, existían muchas orientaciones y enseñanzas en el judaísmo que es casi apropiado hablar, no del judaísmo, sino de los “judaísmos” del primer siglo. Estas sectas se diferenciaban significativamente, tanto por la teología como por la práctica, por eso el culto y la tradición de la sinagoga se diferenciaban de una secta a otra. Aún así, había algo que todas las enseñanzas compartían: el lugar central de la Torá dada por Dios a Moisés en el Monte Sinaí, y la Torá era fundamento inquebrantable e incuestionable para todas estas orientaciones y enseñanzas, sin excepción. De acuerdo con el testimonio del Nuevo Testamento, así como con los escritos de Josefo, las lecturas públicas de la Torá eran practicadas cada sabbat en cada sinagoga. El libro de Hechos nos lo dice explícitamente: 21“Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo” (Hechos 15:21). Josefo escribe: la gente tiene que “abandonar sus otros trabajos y congregarse junto a otros para escuchar la Ley, y aprenderla exactamente, y esto no es una vez o dos, o a menudo, sino cada semana” (Against Apion, 2.175). Por lo tanto, en cualquier sinagoga que Jesús entrase en sabbat, “conforme a su costumbre”[1], Él escucharía la Torá allí. La Torá de Moisés se leía en la sinagogas cada semana —cada sabbat—. Sin embargo, surge la cuestión: ¿había ya un ciclo fijado para la lectura de la Torá en tiempos de Jesús? Si era así, ¿era el mismo ciclo anual que conocemos hoy en día? ¿Y cuándo empezó la sección Haftarah, la lectura de los profetas siguiendo la lectura de la Torá?
EN LA SINAGOGA DE NAZARET
Solo es mucho más tarde, en el Talmud, que escuchamos por primera vez la separación de los manuscritos con la lectura de Haftarah siendo usada en las sinagogas; sin embargo, los primeros informes que tenemos sobre esa costumbre los encontramos en… el Nuevo Testamento. En la conocida escena de Lucas (4:16-21), Jesús regresa a su ciudad natal, Nazaret, y en sabbat (sábado), fue a la sinagoga “conforme a su costumbre”.
16 “Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí…”
Por esta escena podemos concluir que la lectura del pasaje de los profetas después de la porción de la Torá en sabbat era una costumbre aceptada, incluso antes de la destrucción del Templo. No sabemos si el libro de Isaías fue entregado a Jesús porque contenía la lectura asignada, o si fue Su elección, y Él simplemente abrió el manuscrito en el lugar donde Él quería leer. De todas formas, podemos ver que la palabra profética que era una parte esencial de Su mensaje fue también una parte esencial en el servicio de la sinagoga. Así pues, si de Hechos sabemos que en el primer siglo, la Torá era leída “en las sinagogas cada sabbat” gracias a este episodio, también podemos entender que las porciones de los libros proféticos eran también leídas en aquel tiempo.
(Continuará…)
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[1] Lucas 4:16
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