CapÍtulo Transitorio (1) Sus Ojos Estaban Velados

En el mismo día

Como todos sabemos, Lucas es el único autor en el Nuevo Testamento que sintió la necesidad de completar la historia de la vida oculta de Jesús en el Evangelio, con la historia de sus discípulos en Hechos, proclamando aquí abiertamente que Jesús es el Mesías. Más aún, en su escrito de dos volúmenes, Lucas nos proporciona una formidable herramienta para entender la naturaleza del abrupto cambio entre el Evangelio y Hechos: ¿Por qué el estatus mesiánico de Jesús, escondido tan a fondo en el Evangelio, de repente empieza a ser proclamado públicamente en Hechos? ¿Por qué lo que fue hablado al oído en cámaras secretas en el Evangelio, es “proclamado desde las azoteas” en Hechos? El último capítulo del Evangelio de Lucas sirve no solo como una maravillosa transición literaria hacia el segundo volumen, sino también como una clave espiritual para toda la historia del mesianismo de Jesús y la restringida visión de Israel en el escrito de Lucas.

Ustedes recuerdan, por supuesto, esta hermosa historia de los dos discípulos en el último capítulo del Evangelio de Lucas —cómo en el primer día de la semana—, ese mismo día de Yom Rishon, el domingo, que comenzó con la asombrosa historia de las mujeres y cómo ellas no encontraron el cuerpo de Jesús , en el mismo día, pero horas más tarde, dos de ellos viajaban… hacia una villa llamada Emaús” (en hebreo es Ammaus — עמאוס), que estaba a 60 estadios (como a unas siete millas) de Jerusalén. Podemos imaginar lo que estaba sucediendo en sus corazones y en sus mentes. Estaban absolutamente perplejos de todo lo que había sucedido a su Maestro, y estaban hablando entre ellos sobre estos eventos. Ahora bien, en el camino el mismo Jesús… fue con ellos, pero ellos no le reconocieron. Siguieron comentando; respondieron a Jesús cuando Él les preguntó sobre las últimas noticias de Jerusalén; estaban desconcertados de que Él no supiese qué había sucedido —pero no le reconocieron—. Entonces Él dijo algo muy remarcable: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho![1] Debemos admitir que es realmente difícil imaginar a un viajero ocasional diciendo algo tan duro —uno ha de tener una verdadera autoridad para decir estas palabras— pero a pesar de esas palabras, no le reconocieron. Entonces Él comenzó a enseñarles sobre las escrituras. Uno podría pensar que ellos deberían haberle recordado, habiéndoles enseñado tantas veces cuando estaba con ellos, aún así, fueron incapaces de reconocerle. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.[2]

Ya vimos que referirse a la venida del Mesías como oculto y revelado podría tomarse como una representación del judaísmo del primer siglo. La idea del mesías siendo irreconocible por el pueblo de Israel, era una idea muy común en el pensamiento judío. En este sentido, la historia de Emaús apenas conlleva una prueba adicional a esta idea. Sin embargo, mediante esta historia, Lucas muestra claramente cómo y por qué ellos no le reconocieron —y eso es lo que vamos a comentar ahora—.

Sus ojos estaban velados

Intentemos comprender qué sucedió en los ojos de los discípulos camino a Emaús. Leemos que sus ojos estaban velados. En inglés, como en griego,  el verbo velados es la forma pasiva del verbo velar. Esencialmente significa que, fuera lo que fuese que les sucediera a los discípulos, su incapacidad para reconocer a Jesús no dependía de ellos mismos. Alguien estaba velando sus ojos hasta que el momento señalado llegara.[3] Entonces, cuando el tiempo señalado llegó, ese mismo alguien abrió sus ojos: Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron.[4] Una vez más, como en el versículo 16, el texto utiliza la forma pasiva: les fueron abiertos los ojos. El verbo griego[5]empleado aquí significa “ser completamente abierto, enteramente”, y ocurre varias veces en la Septuaginta. El uso de la forma activa  de este verbo es remarcable. En casi todos los lugares en la Septuaginta, donde este verbo se encuentra en la forma activa, el sujeto de la oración es Dios mismo, lo cual nos lleva a una conclusión muy importante: Dios es el único que puede abrir nuestros ojos espirituales. Por ejemplo, en II Reyes 6:17. Elías ruega al Señor que abra los ojos de su siervo: “SEÑOR, te ruego, abre sus ojos para que él pueda ver. Y el SEÑOR abrió los ojos del joven y vio. Ese es el porqué de las palabras de Lucas al final del mismo capítulo: Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras[6], de alguna forma, es una declaración de fe: Lucas evidentemente cree que Jesús es Dios y esa es la causa del porqué Él tiene la autoridad de Dios para abrir. Según Lucas, el Señor y solo Él, tiene el poder para velar el entendimiento y los ojos —y es el único que puede abrir, desbloquear el entendimiento y los ojos. Los ojos de los discípulos en el camino de Emaús fueron velados de una manera soberana solamente por Su mano, y de algún modo podrían haber reconocido a Jesús hasta que Él mismo abrió sus ojos.

Respecto a esto, me gustaría recordar la conocida escena en la sinagoga de Nazaret del capítulo 4 del Evangelio de Lucas: Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer… [7] Mientras leía esos versículos, Lucas 4:16:30, uno sin duda se asombra ante el increíble ambiente tenso que llenaba la sinagoga cuando Jesús leía al profeta Isaías. ¿Cuál es la raíz de la tensión, y de qué da testimonio? Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él… Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca.[8] En otras palabras, Lucas  muestra un cuadro muy similar al que vimos en el camino de Emaús: los corazones de aquellos que escucharon a Jesús, ardían, estaban claramente sintiendo que Aquel que estaba delante de ellos tenía una autoridad especial, una autoridad extra humana. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él con un deseo intenso y esperando ver en Él a Aquel a quien sentían en sus corazones, Él era. Yo creo que ellos deseaban desesperadamente obedecer la voz de sus corazones y reconocerle como Mesías —¿y aun así? — no pudieron. ¿Por qué? ¿Cuál fue la diferencia entre los discípulos del camino de Emaús y los conciudadanos de Jesús en Nazaret? Lucas deja claro que en ambos casos, los corazones ardían, y en ambos casos los ojos fijos en Jesús estaban velados por nadie más que por el mismo Señor (ya sabemos que en la Biblia nadie más puede velar o abrir los ojos de alguien). Sin embargo, los ojos de los discípulos en el camino de Emaús fueron finalmente abiertos, mientras que los ojos de la gente de Nazaret permanecieron velados…

Este es un mensaje que Lucas transmite a su lector en este capítulo transitorio: ninguno, aparte del mismo Dios puede velar o abrir los ojos espirituales. Para Lucas, está clara Su decisión, y es solo suya en ambos casos, en el caso de los discípulos camino a Emaús, cuyos ojos al final fueron abiertos y que finalmente le reconocieron, y en el caso de la sinagoga, donde los ojos de la gente permanecieron velados y no le reconocieron.

Continuará…

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[1] Lucas 24.25

[2] Lucas 24:16

[3] En griego, exactamente como en inglés, tenemos la forma pasiva (εκρατουντοdel verbo velar (Κρατεω).

[4] Lucas 24:31

[5] Διανοιγω

[6] Lucas 24:45

[7] Lucas 4:16

[8] Lucas 4:20, 22

About the author

Julia BlumJulia is a teacher and an author of several books on biblical topics. She teaches two biblical courses at the Israel Institute of Biblical Studies, “Discovering the Hebrew Bible” and “Jewish Background of the New Testament”, and writes Hebrew insights for these courses.

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