Recuerdo claramente cuán sorprendida e incluso decepcionada estuve cuando me di cuenta por primera vez, que tan enorme evento como la entrega de la Torá en el Monte Sinaí, estaba incluido en la porción de la Torá Jetro, el nombre dado al suegro de Moisés. ¿Se esperarían tan grandes palabras para el título de esta porción, o al menos algo que mencionara la Torá y el Monte Sinaí? En su lugar, tenemos este nombre —Jetro— y para ser honestos, aún hoy en día, muchos años después, cada año me siento bastante reticente cuando llegamos a esta porción. ¿Jetro? ¿Así? ¿Ningún nombre importante o títulos que se refieran a la entrega de la Torá?
Aún así, creo que hay un significado muy grande e importante en esta elección. Dios nos dio su Palabra para que todo en nuestras vidas: la dinámica de nuestra familia, principalmente, incluso nuestras relaciones con nuestra familia política fuesen impregnadas por su Palabra —por su Torá—. Sin duda alguna, hay cosas que suceden en la montaña —hay cumbres y montañas en nuestras vidas donde nos encontramos con Dios y recibimos su palabra— pero entonces tenemos que bajar de la montaña y vivir nuestras vidas de acuerdo con lo que vimos allí. En una de mis escenas favoritas de «Las Crónicas de Narnia», Aslan le dice a una joven a quien él envía a Narnia: «Te doy un consejo. Aquí en la montaña, el aire es limpio y tu mente está limpia; a medida que desciendas a Narnia, el aire estará más pesado. Ten cuidado que esto no confunda tu mente».[1] Es fácil ver con claridad mientras están en la montaña; pero incluso es más fácil confundirse por completo cuando bajan de la montaña. Sin embargo, esta es la finalidad de nuestras vidas y esta es nuestra misión: tenemos que aprender a vivir por su Palabra, no en la montaña, sino aquí abajo, donde el aire puede ser verdaderamente pesado. Nadie de nosotros puede ver aquí con claridad, porque todos vivimos en medio de este aire viciado. A veces todos estamos inundados por nuestras emociones, abrumados por nuestros pensamientos, confundidos por nuestras propias circunstancias, y sobre todo, ciegos por nuestro dolor. Aún así, debemos aprender a ver con claridad, incluso aquí. Tenemos que vivir por su Palabra también cuando estamos con Jetro —y no solo en el Monte Sinaí—.
Dos montañas
En nuestra porción de la Torá, leemos que «en el tercer mes», los israelitas llegaron a los pies del Monte Sinaí. El tercer mes después del éxodo es Siván. Dado que este también fue el mes de Shavuót, los rabinos de tiempos atrás, dedujeron que Dios entregó la Torá en Shavuót. La palabra (שבועות; Shavuót) llegó a ser una prueba adicional ya que puede ser leída también como «juramentos». Aquel día, Dios juró fidelidad eterna a Israel, e Israel se convirtió en el pueblo de Dios. Así pues, en la tradición judía, el evento más significativo de nuestra porción —la entrega de la Torá a Moisés— llegó a conectarse con Shavuót, y Shavuót llegó a considerarse como conmemoración de este evento: (חג מתן תורה; Jág Matán Torá).
Hoy en día, es ampliamente aceptado que la entrega de la Torá al pueblo Judío sucedió en Shavuót. La festividad de Shavuót ya estaba asociada con este evento en el siglo I d.C., y por lo tanto, es en contraste a este antecedente bíblico, que los eventos de los dos primeros capítulos del Libro de Hechos deben ser leídos. Ciertamente no fue coincidencia que el descenso del Espíritu haya sido descrito el día de Shavuót (Pentecostés):
«1 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un solo lugar. 2 Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; 3 y se les apareció lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos».[2]
Observemos la belleza y profundidad de los paralelos entre Dios dando su Palabra y Dios dando su Espíritu. En ambas ocasiones, Shavuót viene a ser el día en que el cielo es abierto y el mismísimo Dios reclama a su pueblo. El «ruido como de un viento recio» en Hechos 2, ciertamente hace eco de los truenos de Éxodo y el fuego de Hechos paralela el fuego de Éxodo: «Ahora todo el pueblo presenció los relámpagos, el sonido de las trompetas y de la montaña humeante; y cuando el pueblo lo vio, temblaron y permanecieron a distancia...».[3] En el Midrásh «Shavuót Rabá», tenemos este comentario de Éxodo 20: «Una voz explotó en siete y fueron divididas en siete voces y estas voces fueron divididas en setenta lenguas». Hillary Le Cornu y Joseph Shulam citan una frase midráshica aún más sorprendente: «la voz explotó y fue dividida en siete voces y de esas siete voces en setenta lenguas, para que todas las naciones escucharan. Y cada nación oyó la voz en su propia lengua y quedó asombrada».[4] Evidentemente, Lucas construye conscientemente estos paralelos y describe los eventos de Hechos 2 en términos del «segundo Sinaí». Como la Palabra de Dios fue dada en Shavuót, el Espíritu de Dios también será dado en Shavuót. En este sentido, nuestra porción de la Torá de hoy, es una importante llave que abre una de las más importantes páginas en el Nuevo Testamento y en el cristianismo.
Arriba en la montaña
No puedo terminar este artículo sin señalar otro paralelo entre Moisés y Jesús. En Éxodo19, leemos que: «el Señor llamó a Moisés a la cima de la montaña, y Moisés subió».[5] ¿Jesús subió a la montaña en algún punto?
«Cuando Jesús vio la muchedumbre, subió a la montaña; y después de sentarse, sus discípulos llegaron a Él. Entonces Él empezó a hablarles y a enseñarles».[6]
Desde el principio de su Evangelio, mediante todos los paralelos entre las narrativas del nacimiento y la infancia de Jesús y de Moisés, Mateo prepara a sus lectores para ver a Jesús como un nuevo Moisés y transmite a su audiencia un mensaje claro: «Un nuevo Libertador ha nacido; un nuevo éxodo está llegando». Es de destacar que el Evangelio de Mateo está dividido en cinco discursos principales, separados por la fórmula «Cuando Jesús hubo finalizado» (Mateo 7:28; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1) y estos discursos, a menudo han sido semejantes a los cinco libros de la Torá. El Sermón del Monte (Capítulos 5-7) es el primero de estos cinco libros principales. «Jesús en la Montaña» ciertamente le recuerda al lector a Moisés recibiendo la Ley en el Monte Sinaí (es remarcable que antes de esta experiencia de la montaña, Jesús, al igual que Moisés, ayunaran durante 40 días y 40 noches). Por supuesto, en el Evangelio de Mateo, como en cada Evangelio, Jesús también es el cumplimiento de la Torá; sin embargo aquí, en medio de su más importante sección de enseñanza de este Evangelio, Jesús es presentado como el «nuevo Moisés» que interpreta la Torá para el pueblo de Israel.
[1] Lewis C.S., The Silver Chair.
[2] Hechos 2:1-3.
[3] Éxodo 20:18.
[4] Hillary Le Cornu, Joseph Shulam, The Jewish Roots of Acts, Netivyah Bible Instructions Ministry, 2003, p.55.
[5] Éxodo 19:20.
[6] Mateo 5:1-2.
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