Literalmente enamorándose… La historia de amor de Isaac y Rebeca es una de las historias de amor más bellas de la Torá. Pero antes de convertirse en una historia de amor, fue una historia de fe. Se necesitó la fe de varias personas para que esta historia aconteciera, sin embargo, la parte más asombrosa de esta historia es la fe de Rebeca misma. No puedo pensar en ninguna fe más fuerte que la que Rebeca retrata aquí. Cuando la sierva aparece de la nada y le presenta la elección de su vida —si se irá con él para ser la esposa del hijo de Abraham, ella dice: «Sí»— y este es otro «Sí» a Dios, otra historia de entrar en el plan de Dios y en las bendiciones de Dios al entregarle la vida. Tomó esta decisión crucial y salió de su casa en un día. Imagínate: no tenían teléfonos ni Internet; no tenían carros ni aviones; y para ella dejar su hogar así significaba dejarlo para siempre y probablemente nunca volver a ver a su familia. ¡El hecho de que ella fuera capaz de tomar una decisión tan crucial y rápida de dejar atrás todo y a todos los que conocía y amaba, da testimonio de un carácter absolutamente excepcional!Todo esto sucede en Génesis 24, y al final de este capítulo largo y lleno de acontecimientos, somos testigos de una escena fascinante. Cuando Rebeca ve a Isaac por primera vez, saliendo del desierto, literalmente se cae de su camello. En español, generalmente se traduce como «bajarse» o «desmontarse»; sin embargo, la expresión en español, «ella se desmontó de su camello»[1] no retrata correctamente el hebreo original, ותפל מעל הגמל —y se cayó, se cayó del camello—. ¿Por qué cayó Rebeca?
Para entender eso, recordemos los eventos de Génesis 22 —la Aqedát Itzháq—. La Aqedát Itzháq, la historia del sacrificio de Isaac, contiene, entre sus otros enigmas, un misterio más que nuestros sabios han señalado durante mucho tiempo. Después de todo lo que sucedió en el Monte Moriá —después de que la voz del cielo detuviera el cuchillo levantado— la Torá solo nos informa sobre el regreso de Abraham: «Entonces Abraham volvió a sus jóvenes y se levantaron y se fueron juntos a Beerseba; y Abraham habitó en Beerseba».[2] Isaac no se menciona aquí en absoluto. ¿A dónde fue él? ¿Qué le pasó después de la Aqedá?
Este es un maravilloso ejemplo de las cosas que solo el hebreo puede mostrar. En Génesis 24:62, «Isaac vino del camino de Beer Lahai Roi». En la traducción este nombre no significa nada, se necesita saber hebreo para comprender su significado profundo: «El Pozo del Viviente que Me Ve». Entonces, ahí estaba Isaac: era un tiempo de relación muy estrecha entre Isaac y el Señor, un tiempo en que no su padre terrenal, sino su mismo Padre Celestial, lo restauró después del terrible trauma por el que había pasado. Dios vio a Isaac incluso cuando desapareció de la vista de todos: «El Viviente Que Me Ve».
Volviendo a nuestra pregunta original: ¿Por qué cayó Rebeca? Rashi escribe sobre Rebeca y este encuentro inicial: «Ella vio su apariencia majestuosa y quedó asombrada por él». Probablemente, después del tiempo que pasó con Dios, Isaac debe haber estado resplandeciente con la luz de Dios y brillando con la gloria de Dios. Tal vez esta sea una razón adicional por la cual en Génesis 24:65 leemos: «Entonces ella tomó su velo y se cubrió». Por supuesto, tenía que cubrirse por pudor, como muestra de sujeción a su futuro esposo: según la costumbre oriental, la novia debía ser llevada velada a la presencia del novio. Sin embargo, el mismo hecho de que ella se cayera del camello insinúa que había algo más que eso. Isaac estaba deslumbrando a Rebeca cuando ella lo vio por primera vez, ¡y tanto su caída del camello como su cobertura, tienen más sentido cuando pensamos en Isaac irradiando la gloria de Dios!
Mujer piadosa
Han pasado veinte años. Rebeca había sido estéril durante veinte años y, finalmente, concibió. La Torá nos dice que fue la respuesta de Dios a la intercesión emocional y fiel de su amado esposo. En algún momento Rebeca comenzó a sentir fuertes movimientos dentro de su matriz: «Pero los niños luchaban juntos dentro de ella…». La palabra «luchaban» aquí traduce las palabras hebreas וַיִּתְרֹצְצו, pero en realidad no expresa la gravedad de la situación de Rebeca: la raíz רצץ comunica la idea de «romper», «aplastar» y «oprimir» —los movimientos que ella sentía eran extremadamente fuertes e inusuales—.
Rebeca estaba realmente preocupada, probablemente por un posible aborto espontáneo, en primer lugar. Una mujer moderna tendría un ultrasonido; por supuesto, Rebeca no tenía esta opción. ¿Que hizo ella? Una vez más, estamos asombrados por la fe de Rebeca: «Ella fue a consultar al SEÑOR». «Consultar al SEÑOR» traduce aquí la misma expresión hebrea que generalmente se traduce como «busca al Señor». Por ejemplo, leemos en Deuteronomio: «Mas desde allí buscarás al SEÑOR tu Dios y lo hallarás si lo buscares con todo tu corazón y con toda tu alma».[3] Esta expresión no ocurre con frecuencia en la Biblia, y cuando lo hace, nunca se refiere a una mujer, excepto aquí. En este sentido, Rebeca es en efecto un personaje único: es la única mujer en la Biblia de la que se dice explícitamente que fue «a buscar al Señor». No es de extrañar que la profecía que escuchó del Señor definió no solo la vida de sus hijos, sino también la vida de sus descendientes durante muchos siglos después. Ella escuchó del Señor, porque lo buscó
La situación de Rebeca
Todos conocemos la historia de la «bendición robada», pero hay muchos detalles ocultos en esta historia. En primer lugar, las personas suelen imaginar a hombres jóvenes compitiendo por la bendición del padre; sin embargo, omitiendo aquí todos los cálculos, permíteme decir que «los niños» tenían 77 años en el momento de esta historia, ¡no eran exactamente hombres jóvenes! Esto significa que Rebeca ya es una mujer muy vieja, tiene más de cien años. Muchos, muchos años antes, cuando estaba embarazada, recibió una profecía de Dios y todos estos años había estado esperando pacientemente que esta profecía se cumpliera. Sin embargo, pasaron los años y no pasó nada. A estas alturas, no solo está cansada de esperar, sino que probablemente ha estado teniendo pensamientos inquietantes, como: ¿Y si es mi culpa? ¡Tal vez Dios quería que yo hiciera algo y simplemente me lo perdí!
Lamentablemente no tiene a nadie con quien compartir estos pensamientos. Su relación con su esposo obviamente ha cambiado, incluso se ha dañado. En Génesis 25, todavía los encontramos muy unidos: Isaac está intercediendo fielmente por su esposa en este capítulo, mientras que en Génesis 27 vemos una imagen completamente diferente: Isaac planea bendecir a Esaú, se supone que es un gran evento familiar y ni siquiera está compartiendo esto con Rebeca. Algo había cambiado dramáticamente entre los Capítulos 25 y 27, y sería una conjetura segura sugerir que sucedió en Génesis 26, después de la historia de su hermana/esposa. Esta traición a la confianza, al parecer, provocó una erosión gradual de esa relación. En consecuencia, Rebeca está completamente sola con sus pensamientos. Creo que piensa mucho en esos momentos cruciales de su vida: cuando siendo una niña dijo «sí» al siervo y a Dios sin reservas y con mucha audacia, y cuando, 20 años después, finalmente quedó embarazada y escuchó a Dios hablándole de sus hijos. Tal vez compara estas historias: cuando era una niña, era muy decidida, no tenía miedo de tomar medidas muy audaces, y tal vez ahora Dios esté nuevamente esperando su decisión —su acción decidida—. Ella había estado esperando en el Señor durante tanto tiempo, y tal vez piensa que Dios ahora está esperando su respuesta, tal como esperó entonces, hace tanto tiempo. ¿No estamos todos luchando a veces con esta pregunta?: ¿debo simplemente esperar en el Señor o hay algo que Él quiere que haga?
Probablemente estos fueron los pensamientos que pasaban por la cabeza de Rebeca cuando escuchó la conversación entre Isaac y Esaú. Podría haberle parecido que finalmente había llegado el momento de su rápida decisión y acciones; una vez más, como en Génesis 24, necesitaba tomar una decisión muy rápida; una vez más, fue cuestión de unas pocas horas para que ella tomara la decisión correcta. ¿No había señalado Dios claramente a Jacob como heredero de sus promesas y de la bendición de Abraham? Ella solo estaría cumpliendo la voluntad de Dios; ella estaría haciendo lo correcto, tratando de evitar que su esposo cometiera un terrible error —bendecir al hijo equivocado—. No hay duda de que ella ama a ambos hijos: Génesis 27:45 lo muestra muy claramente, pero ella conoce la voluntad de Dios y, una vez más, como en Génesis 24, puede tomar una decisión muy rápida. Ella está diciendo «sí» a Dios, y aunque está eligiendo medios cuestionables, sin duda, su corazón trata de agradar a Dios y cumplir su voluntad. En este sentido, esta anciana tiene la misma fe que la joven que, como Abraham, por la fe fue a una tierra que no conocía.
[1] Génesis 24:64.
[2] Génesis 22:19.
[3] Deuteronomio 4:29.
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